Incipit del único manuscrito del poema
1.
Peculiaridad de la composición.
La
probablemente primera macarronea que se conserva manuscrita del siglo
XVII se nos presenta bajo la forma de un emblema anónimo ambientado
en Cádiz en una fecha muy concreta, el jueves 25 de mayo de 1606.
Nunca (que hayamos podido saber), en la historia de la literatura
emblemática el texto poético explicativo que acompaña normalmente
a la imagen en el emblema había sido -ni sería- redactado como
macarronea. La presente composición constituye, pues, un curioso
hapax
literario que aúna dos fenómenos culturales tan históricamente
inconexos –por más que sincrónicos- como la emblemática y la
poesía macarrónica. Aparte de esto, el mismo poema, que con sus 502
versos constituye el segundo más extenso de los poemas macarrónicos
españoles, presenta peculiaridades propias que lo apartan, como
veremos, de las normas usuales en la creación de macarroneas, y que
lo automarginan de la evolución del género en nuestro país.
2.
Determinación de la autoría.
El
poema se conserva como manuscrito autógrafo anónimo en la
biblioteca de la Real Academia de la Historia, sign. 9 / 3761
Anónimos, “Macharronea y Floreto”. Tal manuscrito consta de 23
ff. a doble cara numerados por el autor del 7 al 53 (están en blanco
las caras 17 y 52). En el encabezamiento del primer folio figura
subrayada la palabra EMBLEMA, y en la página 8 como glosa marginal
al v. 61 se expresa el mote del emblema, otiositas
vitanda.
Inmediatamente debajo del título aparece la palabra “Preambulum”,
y entre los versos 14 y 15 figura centrada la palabra “HISTORÏA”.
El poema ocupa las páginas 7-10 y 13-22 y se compone de 489 vv.
numerados por el propio autor más 13vv. que figuran en los márgenes
junto con otras anotaciones también isógrafas. El resto de folios
contiene glosas del mismo poeta a los versos de la composición1.
El manuscrito está encuadernado con otros papeles heterógrafos que
recogen noticias históricas de fines del s. XV a mediados del XVI en
un volumen misceláneo, en el que se le añade una numeración que
corresponde a las páginas. 211-232.
La
primera y casi única noticia sobre este poema es la dada por F. J.
Sánchez Cantón en el prólogo de su edición de 1948 del citado
volumen misceláneo2.
En ella no incluye la macarronea, a la que le dedica un breve
comentario sobre su autoría, contenido y datación bajo el epígrafe
“el título” (pp. XII-XIII):
Según
se ha dicho, consta en el lomo: FLORETO & MACHARRONEA.
Refiérese
el segundo término no al conjunto del texto, sino a los fos
211-232 (paginados con numeración original: 7 a 54 [sic]
y de papel más atacable por los insectos), en que, de letra
diferente de la general del manuscrito, se introduce un poema en
latín macarrónico, de 479 [sic]
hexámetros, exuberantemente anotado en los márgenes y en veinte
páginas llenas. Lo escribió y comentó en Cádiz un jesuita; lleva
la fecha de 1606 en la cabeza y en un verso y, pese a su curiosidad,
queda fuera de la presente publicación.
El asunto
es burlesco y no muy ingenioso: querella de los herreros gaditanos
presentada a su dios Vulcano porque los gatos, sin carta de examen ni
patente, forjan llaves. Abundan los recuerdos de la Batracomiomaquia
homérica. Todo ello mero motivo para un derroche de erudición
mitológica y para morigerados desenfados. Tiene el aspecto de obrita
de circunstancias, con alusiones a la fiesta de San Juan en un
colegio de la Compañía.
La
autoría jesuítica que establece sin empachos Sánchez Cantón
carece de bases sólidas que se puedan sentar en la lectura del texto
del poema y de sus glosas. El autor proporciona al acaso algunas
noticias de su vida en el glosario, aunque sin dejar traslucir nunca
su nombre, ni clarificar plenamente su adscripción social.
Por
tales informaciones sabemos que el autor no es sólo buen conocedor
de la ciudad de Cádiz y de su historia, sino que también es vecino
(cf. glosas a otios.
15, 18, 19, 21, 22, 23, 24, 25, 35, 38, 310) y natural de ella (cf.
glosa a otios.
38: “Estando yo en Salamanca, sabiendo que yo
era de Cadiz...”).
El emblemista gaditano da noticias de una juventud enfermiza (cf.
glosa a otios.
38), y de su estancia en Salamanca, quizás como estudiante (cf.
glosa a otios.
38 y 313: “otro Sileno vi yo en mi tiempo en Salamanca, a quien
llamauan el doctor sutil, vn hombre squalido, roto de calças y sayo
y capa que se le parecian las carnes, y era tan perseuerante en este
baxo trage, que el obispo de Salamanca haziendole sotana y manteo, no
pudo con el que lo truxesse, y procurando estudiantes por fuerça
quitarle aquellos handrajos y ponerle buena ropa, se abraço con
ellos y no pudieron sacarselos”). Nuestro emblemista es un hombre
formado intelectualmente en la segunda mitad del siglo XVI, como dan
a entender la mayoría de autores modernos que cita en sus glosas3,
que publican en dicho periodo. Hombre curioso y conversador, afirma
en su glosa a otios.
457 haber conocido a Martín Cortés, cosmógrafo y docente instalado
en Cádiz desde 1530 hasta su muerte en 1582, y no habla de él
precisamente en calidad de discípulo, tal como puede deducirse de
sus palabras, sino más bien como un casi coetáneo. El autor
gaditano, que se halla, pues, al final de su vida al comienzo del
nuevo siglo, encuentra en la emblemática el vehículo ideal para la
expresión de sus ideas religiosas y morales.
Pensamos
que la filiación jesuita que plantea Sánchez Cantón no está ni
medianamente argumentada y resulta basada, posiblemente, en su
afirmación de que “es casi seguro” (p. XI) que fue un jesuita el
que encuadernó el volumen en los primeros años del s. XVII. Su
aserto de existencia de “alusiones a la fiesta de San Juan en un
colegio de la Compañía” es sencillamente absurdo. Ciertamente,
los gatos protagonistas del poema, tras derrotar a las ratas como
aliados de las ranas en una recreación de la Batracomiomaquía,
forman un coro a instigación de las ranas para celebrar la fiesta de
San Juan (cf. otios.
441-452), como señala el autor en glosa a otios.
452: “tenia ordenado el inuentor de hazer en la fiesta de .S. Juan
que se seguia [24 de junio] vna capilla de musica de gatos...”.
Pero esta escena no se desarrolla en un “colegio de la Compañía”,
sino en la casa del legado que las ranas envían a Júpiter para que
autorice que los gatos formen capilla. En dicha casa, que se halla en
Sevilla, en la calle de Cantarranas (cf. otios.
448), esperan los gatos la llegada de la licencia de Júpiter.
La constantes citas de la Biblia y
de Padres y escritores eclesiásticos en las glosas no son suficiente
motivo para atribuir infaliblemente en esta época la obra a un
clérigo, y mucho menos precisar que se trata de un jesuita. Por otra
parte, la finalidad didáctica y moralizante de la composición es la
propia de la literatura emblemática, siendo común este designio
tanto a los emblemistas seglares como eclesiásticos –los más
numerosos-, particularmente en España, donde se acentúa el
contenido religioso. Es cierto, como veremos en 3. 2. 1. 2, que los
emblemas fueron profusamente usados con fines pedagógicos por los
jesuitas durante el siglo XVII, pero es asimismo dudoso que este
argumento a favor de su tesis se la haya pasado siquiera por la
cabeza a Sánchez Cantón, dado su sorprendente mutismo –y
subyacente incuria- respecto al carácter emblemático que el autor
atribuye reiteradamente a su composición.
El
emblemista da muestras de poseer una vasta cultura enciclopédica
(autores clásicos y eclesiásticos, historia natural y antigua,
arquitectura, artes liberales). Se muestra también como un seguro
conocedor de la jurisprudencia, que aplica particularmente a ilustrar
su interés por la labor de gobernantes y jueces (cf. glosas a otios.
107, 142, 237, 268, 386) en relación particularmente con la
represión de un vicio de perniciosas consecuencias civiles como la
pereza, nacida de la ociosidad, que es el objeto de moralización del
emblema otiositas
vitanda (“que
debe huirse de la ociosidad” [cf. glosas a otios.
61, 137, 310, 311, 313]). Esta misma formación jurídica -que puede
ser muy bien propia de un eclesiástico- trasluce en la configuración
de la estructura temática de la obra, que gira en gran parte en
torno a una demanda que plantean los herreros ante Vulcano contra
unos gatos usurpadores de su oficio. Éste interroga a los gatos,
cuyos representantes se visten como letrados, y decide buscar a un
juez para tal causa.
Como
conclusión de lo dicho, puede afirmarse que la gratuita atribución
de autoría de Sánchez Cantón no es asumible, pero tampoco
rechazable, con argumentos de peso, dada la escasez de indicios
existentes sobre la personalidad del autor.
______________________________________________________________
1
Hemos dispuesto estas glosas junto con las marginales a continuación
de la edición crítica del poema, al que citaremos a partir de
ahora como otios., abreviatura del mote o lema del emblema,
otiositas vitanda.
2
Cf. “Floreto de anécdotas y noticias diversas que recopiló un
fraile dominico residente en Sevilla a mediados del siglo XVI.
Publícalo con prólogo, notas e índices F. J. Sánchez Cantón”,
Memorial Histórico Español, tomo XLVIII, Real Academia de
la Historia, Madrid 1948. Las noticias que da posteriormente F.
Márquez Villanueva, o.c., p. 278 sobre la obra están
basadas exclusivamente en el comentario de Sánchez Cantón.
Torres-Alcalá desconoce la existencia del poema.
3
Cf. glosas autógrafas a otios. 15, 21, 40, 61, 101, 102,
103, 104, 105, 106, 108, 110, 112, 113, 206b, 208b, 271, 283, 304,
313, 341, 365, 386, 453, 455, 457.
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