¡Oh, días claros sin
nube, sin amargura suäves 610
delicias, oh,
placentero morir, oh, vivir placentero!,
¿cuándo os podré
gozar en tierno amor derretido,
o de tu favor
disfrutar, zahareña1
tú, Galatea?
A ti sobre las
alpestres2
sierras, y valles profundos,
por negras grutas te
sigo, sin esperanza de gozo. 615
No desdeño yo tocar
las flautas campestres,
ni las destempladas
zampoñas, ni a Pan vencer en el canto,
ni en verde tronco del
plátano, ni en la corteza del haya
dejar escritos mis
amores, malvada zagala.
A tí, Amarílide
fresca y huidiza, cuando a la sombra 620
te abrace, que las
rosas y resplandecientes violetas
cama nos den, y nos
cerque la yedra de rubios racimos,
que los amorosos mirtos
me otorguen sombras gozosas.
¡Qué juegos entonces,
ninfa mía, cuántos regalos
te haré!, ni los
jazmines que por los techos rebosan, 625
ni hace la yedra
reptante por olmos tantos enredos,
ni abraza a sus novios
álamos tantas veces la parra,
cuanto yo apriete entre
mis brazos, ninfa mía, tu cuerpo.
¡Enternecida cuántos
abrazos lascivos darásme!
Si piedras y duras
rocas darse cuenta parecen 630
__________________
1
cf. glosario s.u. 'zahareñus'
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