Tal dice, y ciego de
rabia, rompe sus viejas cadenas, 195
y sale de la morada.
¡Con qué remolinos el viento
precipitado al mar,
negras nubes causando, se tumba!
Acto seguido, el cielo,
huyendo el diablo, de densas
nubes se cubre, para no
ver tan malos hocicos.
Silban las copas de
árboles, un remolino al cielo 200
se empina, y lluvias y
vientos arrecian, y a truenos retumban
los astros, y
relampaguea de modo espantable en lo oscuro.
Arrebatado en tal
tempestad, batiendo negruzcas
alas de murciélago, de
dragón enroscando la cola,
vuela aquél de Venus
al lar, pues en versos se acuerda 205
que dos las Venus son,
y que ambas hermanas resultan;
una legítima es, y
lindos amores instiga,
y cortesanos cuidados
siembra dentro del pecho,
harto hermosa, y
sentada cual reina en estrado dorado,
y siéntase ante sus
pies aquel hermosito Cupido, 210
siempre teniendo de
dulce miel las teñidas saetas,
con éstas sólo a
princesas, sólo a reyes ensarta,
y a nobles espíritus,
noble él también con su arco dorado;
205
No sé en cuáles1
211
Mejor y más dulce en azúcar, poeta bastardo.
______________________________________________________________
1
La tradición literaria de
las dos Venus remonta al Banquete platónico (180C-181A), en el que
Pausanias distingue entre la Afrodita Urania (Celeste), nacida de
Urano (cf. Hesíodo, Teogonía,
117ss.), y la Afrodita Pandemo (Vulgar), hija de Zeus y Dione, que
en la época de Platón era considerada como Venus
Meretrix, patrona
de las heteras y protectora del amor carnal, mientras que la otra
era un símbolo del amor puro y espiritual (cf. PLATÓN, El
Banquete. Fedón. Fedro,
trad. de Luis Gil, Orbis, Barcelona, 1983, p. 41).
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