Tú, que a las Musas
también enriqueces con honra tamaña,
Pastrana, ante otros
próceres en el jardín verdeante,
ceñidos tus cabellos
de verde adelfa y de zulla
avanzas, y la gorra te
quita toda la banda, 120
y cedes solamente ante
el escolar miguelino.
Huyen de aquí policía
avisada, y virtud candorosa,
las buenas costumbres,
la buena ciencia, y la lengua latina,
la gracia, el estilo
galano, también la hermosa crianza;
mora aquí poesía
gofa, y zarposa desgracia, 125
retórica bárbara, y
de supinos gordos gramufa,
y envidia que siempre
revienta con la alabanza del prójimo.
Nunca este albergue
Febo jamás de sus esplendentes
rayos alumbra, con los
que siempre todo lo alegra,
sino que siempre
tinieblas, siempre pavor, mala grima, 130
y casa friolega causan
pesar, y el hambre horrorosa,
híspida flaca que goza
en matar a los pobres pupilos1.
El sabañón duro, las
comezones intensas, la sarna,
119
zulla,
hierba con la que se sangra a los caballos en Jerez. Adelfa
en caldeo, Rodaphnem
en púnico.
121
alumno miguelino.
También Francisco Sánchez, gramático puro que en aquel entonces se
sentaba sobre la cátedra de pestilencia de aquel colegio, y al que
en todo este opúsculo con admirable malignidad el poeta sigue como
veréis.
130
grima,
voz antigua, y que el buen uso rechazó. Pacuvio: “la grima hace
percibir muchas falsedades de la mente”.
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1
Eran proverbiales el hambre y
las malas condiciones de vida de los colegios y casas de pupilaje,
ya referidas en la epístola macarrónica del Dr. Diego Sánchez.
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