viernes, 21 de diciembre de 2018

FRAGMENTOS DE MI TRADUCCIÓN DEL "BALDO" DE LA RED. VIGASO COCAIO, 8, 1-161





El pícaro Cíngar continúa con sus burlas contra Zambello, adoptando la personalidad de un judío.



Ya de la cárcel salido Zambello, su óptima esposa
Lena lo había acogido usando de extrañas caricias.
¿Cómo?, ¿con besos?, ¿con ledos abrazos, como es costumbre
de la mujer al manosear juguetona al marido?
¡Qué va!, en cambio, con grueso bastón al pobre lo acoge,            5
dejándole a éste sin ninguna arruga en la ropa.
Tal reposo obtiene Zambello después de la cárcel.
Pero pasados tres días, Lena a su marido
quiere ponerlo en marcha sobre varios asuntos,
porque la pobre pueda recuperar lo perdido;                              10
Cíngar, de hecho, le había vaciado toda la bolsa,
y los infelices habían sin pan encontrado el cesto.
Por tanto, la sabia Lena manda al patán de Zambello
que, andando a la ciudad, vender consiga su vaca.
Ésta era sin duda la mejor de las vacas,                                     15
sin que hubiera en el orbe ninguna más digna de elogio;
de ella obtuvo Cipada no pequeños quesitos,
de ella todos los días enorme cántaro lleno
de leche tenían; toda la urbe su mantequilla
y requesones probaba en todas las estaciones;                           20
y (así lo contaron a sus nietos antaño los viejos)
y Berto Pannada a ésta el nombre le dio de Chiarina.
Su hijo Zambello, pues, empuñó un bastón puntiagudo,
al que, Calepino, estímulo llamas; Comina, aguijada1,
y, aguijando a la vaca, decía: "¡Arre, Chiarina!"                          25
y luego algo pronuncia que nadie escribir lograría2,
mas porque no había aprendido del comerciar los principios,
y no sabe escribir las cuentas3 sobre varillas,
por este motivo manda Lena a su marido
vender la vaca, mas sin coger todavía dinero,                           30
sino al fiado, y, si alguno quiere dar algo,
que esto lo tome en prenda; y así que todo suceda
ante testigos; y aquella persona que hágale compra,
déle un billete por él escrito en garantía;
porque ella misma quiere el sábado cobrar el dinero.                35
"Así lo haré -Zambello dice-, estate tranquila".
Luego azuzando a la vaca, "¡so -dice-, gira, arreando!"
y luego silba, como el boyero llevando su carro.
Cíngar lo supo de boca de Berta. ¿Qué hizo entonces?
No quedose sentado, corre, y corriendo murmura:                   40
"Quien mucho remolonea, no come la sopa caliente;
y mal se aloja, quien demasiado tarde se viene,
y el caracol perdió el buen bocado tardando".
Mientras esto medita, camina rápidamente,
y, a la ciudad llegando, espera tomar a Chiarina.                     45
Entra en una tienda de mercancía variada,
cuyo dueño era un hebreo, llamado Sadocco;
este tal circunciso por un triple don destacaba,
y señalado por Dios hubo sido, por ser renombrado:
era tuerto, además de cojo, y jorobado.                                 50
A cien desgraciados había arruinado usando de usura.
Gran cantidad poseía de vestidos colgados:
capas, jubones, calzas, y variedad de hopalandas,
chaquetas, sayas, enaguas, además de sotanas.
Cíngar, dejando una fianza, como es costumbre,                    55
se viste con una saya gastada y muy cochambrosa.
Hace despúes que el judío le dé su gorra amarilla,
y luce nuestro bribón ropajes tan semejantes,
que tomado lo habrían por el circunciso Sadocco.
Entonces se allega a la plaza, do lo dan por judío;                 60
en lontananza se ve a Chiarina, y a su boyero.
Cíngar presto a andar se pone a cojetadas,
cierra el ojo derecho, por parecer que es un tuerto,
con la cadera torcida camina, fingiendo joroba,
y de paso en paso susurra palabras judías.                           65
Baladra Zambello con cuanto baladro soltar alcanzaba:
"¡Eh! ¿quién hay que quiera comprar esta bella ternera?"
Cíngar, oyendo, apenas aguanta la risa en el pecho.
Marchando, empero, en su busca, le sale el primero al encuentro,
con los ojos revueltos, y las piernas torcidas,                       70
dice así: "labriego, yo compraré tu ternera.
¿cuánto quieres?¿su precio?, pide, te ruego, lo justo."
Zambello a éste le dice: "Si quieres comprar mi Chiarina,
yo vendértela acepto; cerremos nuestro contrato.
Por ahora, coger dineros por ella no quiero,                        75
mas dame cual credencial aquello que te parezca,
y de tu propia mano sírvete hacerme un recibo,
pues vendrá el sábado a cobrar el dinero
Lena, trayendo el papel que escribiste en garantía."
Responde Cíngar: "¡Ven!, ahora mismo te pago,                  80
mas trae la vaca contigo, ¿estás así, pues, tan majara,
que vienes, y, olvidadizo, dejas detrás a Chiarina?"
"¡Oh! -Zambello dice- no soy; ¡so, venga, camina!"
Así entraron juntos de un carpintero en la tienda,
a quien Cíngar le compra una credencia4 en madera,           85
en la que esconde terna de peces que barbos se llaman;
los tales barbos llevan en su interior tales huevos,
que si los comes, ya cagarás todos los intestinos.
Luego toma tinta, y ante una gran concurrencia
escribe de esta guisa, al revés como hacen judíos:              90
"Zambello, hijo del ya difunto Berto Panada,
vende una vaca al judío que se llama Sadocco,
quien darle promete al susodicho el sábado próximo
ocho florines renanos5, siendo testigos Catoio,
junto con Bergnacca, Mengo y el cura Giarone6,                  95
a fe de los cuales suscribo yo de Sadocco el nombre".
Dicho y hecho, pliega el papel, y estampa un sello,
al tiempo que la fianza envía ya a Zambello,
y mándalo de vuelta a casa, y retiene a Chiarina.
Zambello suda, pues la fianza harto pesaba.                     100
Vase contento, y piensa gran negocio haber hecho.
Cíngar regresa al judío, y la hopalanda devuelve;
y luego bajo la forma de Cíngar a ese le vende
la vaca Chiarina, por la que obtiene ocho ducados,
pues por parir estaba ya un ternero formado.                   105
No había apenas siquiera cogido aquellas monedas,
que, a Zambello, lento del peso de la fianza,
se adelanta corriendo, cogiendo por un atajo.
Tornando luego a la ciudad, distingue de cerca
viniendo de frente a Zambello, bajo un peso tamaño        110
harto cansado y resoplante en sudor abundoso.
Mas esta fatiga no es fastidiosa para un ánimo alegre.
Cíngar, pasando de largo, finge no conocerlo,
pero Zambello, viéndolo, con su carga se para,
y grita: "¡eh, Cíngar!, ¿a dónde vas?, espérate un poco!" 115
Cíngar se vuelve: "¿Quién me requiere? -dice- ¡oh, de cierto
no te conociera, mi buen Zambello, bajo tamaño
peso de la credencia, ¿qué cosa llevas en ella?"
Responde Zambello: "la mercancía es preciso moverla,
soy comerciante; géneros compro, igual que los vendo; 120
tú recordar, no obstante, debes teniendo en mente
cuando me prometiste cuatro barriles de mierda."
"No temas -dijo Cíngar-, darete lo prometido.
Pronto no habrá ninguno más rico que tú en tal cosa.
No te engañaré yo a ti, mi querido Zambello Panada,     125
lo que prometite una vez, que será cumplido recuerda.
¿De la prisión siendo carne de horca te habría sacado,
Zambello, si Cíngar amigo tuyo de veras no fuera?
Ten por seguro que tienes y siempre tendrás un amigo.
Mas éstas son palabras, la prueba has podido tenerla.    130
Mas dime, ¿qué llevas?, ¿qué mercancía has encontrado?"
Responde Zambello: "una credencia que peces contiene,
que comerá mi, como le agrada mucho comerlos,
mujer, que encinta está, y un niño tiene en el vientre,
pues todo lo que precisa no dejo que le escasee;           135
si yo no le diera todo aquello que pide su gusto,
preñada como está, se despreñaría en el acto."
Cíngar le dice: "¡Qué buena obra haces, hermano!;
de cierto a tu esposa encinta debes tenerla contenta.
De las faenas de la cocina debe estar libre,                   140
porque, reseca, al mundo daría un niño abortado."
Entonces por "reseca" piensa que ha dicho "manteca",
por lo que Zambello dice: "Lena manteca
ya no hará, pues la vaca Chiarina vendila poco hace,
el tuerto Sadocco la ha comprado ahora mismito.          145
Mas queda en paz, amigo Cíngar, hasta la vista."
Dice así, y a la postre llega cansado a Cipada.
Pero cuando llega a casa, no encuentra a su Lena:
fuera a la iglesia a confesarse, o a otra cosa;
llevando la llave consigo, había cerrado las puertas,      150
y los balcones todos por protección de ladrones.
Suda Zambello, y la carga se quita de las espaldas,
y quiere freir los peces para comerlos de plato.
Mas ni por la puerta ni por la ventana podría
entrar allí; la cabeza se rasca, impaciente se enfada.     155
Tanto se rasca, empero, su discurridora cabeza,
que encuentra un modo nuevo, y un expediente ingenioso
de entrar, subiendo con una escalera al techo casero.
Y entonces se arremangó los dos brazos de la camisa,
y empieza a apartar a un lado las tejas de la techumbre, 160
para hacerse un pasaje anchuroso por dicho boquete.









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1Quam, Calepine, vocas stimulum, Comina, goiolum. Ambrogio Calepino, autor del famoso Dictionarium linguae latinae (1502). "Estímulo" y "aguijada" son términos, el primero desusado, para designar a la vara con punta de hierro de los boyeros. El goiolum del verso proviene del término dialectal mantuano goiòl, e ilustra a su vez la regla prosódica macarrónica que establece como anceps la primera sílaba ante i semiconsonántica (Faccioli-Chiesa).
2Inde facit vocem quam nemo scribere possit. Mario Chiesa recuerda en su edición la glosa correspondiente de la red. Toscolanense 6, 236: sibilum intellige, "se refiere a un silbido".
3A base de muescas (Faccioli).
4A quo credenzam Cingar lignaminis emit. Juego de palabras entre credenza "credencia, mueble bajo y alargado", y la credenza "señal, garantía" del v. 76: ast in credenzam midi da quodcumque talentat.
5Señala Chiesa que los florines renanos estaban muy extendidos en el siglo XVI en el área véneta y limítrofes.
6Los nombres que se citan son típicos de la región de Bérgamo y Padua, según indica Chiesa.

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