viernes, 7 de abril de 2017

FRAGMENTOS DE MI TRADUCCIÓN DE BALDO: EL ENGAÑO DEL HÉROE (V, 1-121)





A Giorgio Bernardi Perini



A instigación de Tognazzo, el tirano de Mantua decide atraer al paladín a la ciudad con una añagaza.



Una vez más el rey mismo a sabios había llamado,
por un consejo tener de palacio en tácita parte,
y toman la decisión, atados por juramento,
de capturar al guerrero, si pueden, con fuerza o engaño.
No piensan en enviar la vil chusma de los esbirros,                          5
pues saben, y tienen por cierto, y habían probado a menudo
que con tres porrazos hacíalos picadillo.
¿Qué deciden entonces? Se busca el tirano un propio
entre los asistentes, que a cambio de una moneda
con las espaldas se oponga a bastones y zurriagazos.                      10
Éste a Baldo debe buscar, del senado una carta
mostrando, para que, vista la majestad del sigilo,
que espejo es de la libertad y de la justicia,
confíe, y la mosca caiga al final en la telaraña.
El correveidile, que se llamaba Spingarda, vestía                             15
todo como suele adornarse un mensajero:
cúbrese con un sombrerito, la fusta en la mano,
y el corto manto de fieltro, orlado aposta de fango;
la trompetilla a diestra, y una bizaza1 a la izquierda
le cuelga, y en una escuálida mula raudo cabalga.                            20
Pensando empero a menudo a dónde se arriesga con trolas,
es presa del pánico, tiembla como azogado, y entonces
arrepentido, querría no haberse metido en tal lío,
habiendo bien conocido, y bien probado antaño
cuán hábil es la mano de Baldo en zurrar la badana.                        25
Héte aquí que lo ve a lo lejos, teniendo entonces
de la traílla2 un perro, por entre el husmeo de bracos3;
y con sus camaradas, Falchetto, Cíngar y otros
ya corre una liebre, ya desaloja una zorra, e incluso
harto destripa los jabalíes dentados con chuzos.                              30 
Ya muerto de miedo, Spingarda calzones del todo llenara,
dáse, empero, ánimo, espuela picando a la mula.
Baldo lo ve, y ávido de novedades se para;
Cíngar entonces prepárase a robar el jamelgo.
Llegando el propio, desmonta de la mula al abrigo,                          35
mete la mano en la bolsa, y de entre mil otras la carta
saca, y besando el sigilo de cera, como es costumbre,
dála a Baldo, y finge querer proseguir su camino.
Baldo le dice: "¿de qué te viene una prisa tan grande?
Bebe al menos una vez, y refresca tu jaca".                                    40
Responde: "órdenes tengo de estar en Milán en tres horas.
Vuestra Merced su tenor, empero, lea completo;
esperaré un momento, si acaso queréis dar respuesta."
"De acuerdo", dice Baldo; lleva aparte a su gente,
a quienes lee un escrito así de emperifollado:                                 45
"Salve, guerrero, de nuestra ciudad toda y sola esperanza.
Ha poco sabemos (tras "ha poco", "ahora" y "ya mismo")
de los senadores y de la gente sagaz de San Marco4,
cómo dieciocho mil germanos ya preparados
tiene Can Mastino5, furioso y malvado tirano,                                  50
para hombres matar, y meter a saco las tierras,
o asolar las viviendas, y arder la mies en el campo.
Y porque socorro a San Marco con nuestra gente de armas
asaz hemos dado, hasta que fue tomada Verona,
donde Mastino delle Scale se enseñoreaba,                                    55
quien contra nosotros su cólera a desfogar se prepara.
Manda cuarenta banderas (que Dios a todos confunda);
quizás a saco nos metan antes que pasen tres días.
La decisión se ha tomado: conviene armar a la gente,
y a ti capitán elegido te hemos: Sordello a esta                             60
empresa te ensalza, sea que se precise dotar las
murallas con las bombardas, y con grandes bastiones,
y excavar trincheras, o ir prontamente a Bolonia,
y de bolonienses y de toda la gente de la Romaña
traer soldados, cuyo valor para ti es conocido6.                             65
Quieren, empero, que nada se sepa, pues los espías
mal de espiar en su arte progresan, si nada conocen.
Ven a nosotros, pues, apenas leas la carta,
mas solo, y calla el asunto, y no lo reveles a nadie".
Así de entrada, Baldo queda maravillado,                                     70
nada dice, y ráscase la cabeza pensando.
Cíngar, más que todos los viejos zorros astuto,
intuye en el acto un engaño, y que hay, piensa, gato encerrado.
Mira a Spingarda clavando sus ojos en toda su cara;
luego dice: "¡eh, tú! ¿en la ciudad que preparan?,                        75
¿qué hacen?". Spingarda, su miedo ocultando con disimulo,
así responde: "Nuestro Consejo prepara las armas,
y a toda prisa dase soldada a muchos infantes;
y ya bombardean a plena potencia el castillo de Goito7;
habéis oído quizás de mañana los cañonazos.                              80
De Riva di Trento8 ha bajado un hatajo tal de borrachos,
y han del monte Baldo9 las altas cumbres pasado.
Han atravesado el lago, a Salò finalmente llegando;
allí parte a tierra bajó, otra parte quedó en las naves.
La tierra es alfombra de armas, el lago, ciudades y el monte.        85
De aquí seis mil infantes queman cuanto encuentran;
cruzan, pues, el lago de Garda sin resistencia.
Llenaron barcas, llenaron chalanas, al par de gabarras,
y a éstos no les plantó batalla el fortín de Manerba10,
que, a fuerza de cañonazos, en torno de ella los tábanos             90
puede quitarse, pero ahora la vil ha dudado,
y llena de miedo, finge tener que hacer otras cosas;
y, aunque pudiera haber destruido la flota germana,
hízose la tonta, y se rascó la barriga.
Sirmión11 se hizo un ovillo cual cría de codornices,                      95
cuando oye del gavilán que resuenan los cascabeles;
y aunque tenga esta isla gruesos escollos,
su vil cagalera a Sirmión volviola gallofa.
Ni Desenzano, ni Rivoltella un tiro han pegado,
ni tampoco Pescheria12, madre del Mincio de Mantua.                100
Mohosas siguieron las baterías del fuerte en Monega13,
y no se enfrentó Padenghe14 con la belicosa mesnada,
y las murallas temblaron en hondo del viejo Lonato15.
Mas Solferino16, que es catapulta sobre alta montaña,
queriendo oponerse, audaz inconsciente, a los germanos,          105
Se arrepintió y pagó temeraria la pena debida.
Piedras abajo empezó la turba de los lugareños
a lanzar, porque los lansquenetes17 arriba no fueran.
Pasaron al fin a cuchillo a éstos, tan desdichados,
y como azufre prendió aquella tal plaza fuerte,                          110
que llamaremos aún rectamente como Solferino,
pues incendiada ardió igual que si fósforo18 fuera,
y grande fogata volviose para una magna llanura.
La renombrada Cavriana no hizo el menor movimiento.
Volta19 dispuso treinta barricas de buena garnacha,                  115
que a los tudescos mandó en la idea de emborracharlos,
y gracias a ésta calmó la furia del mar de tudescos.
La sola ciudad de Goito, do mora el noble Sordello,
no quiere en modo alguno dejar pasar a las tropas;
es más, dotada de buenos soldados, y de vituallas,                  120
de día y de noche fuego escupe, y bombazos arría".






1Alforja de cuero
2Cuerda o correa con que se lleva atado al perro a las cacerías, para soltarlo a su tiempo.
3Perro perdiguero, muy apreciado en la caza por su habilidad para seguir pistas.
4La República de Venecia.
5M. Chiesa considera que puede tratarse de Mastino II della Scala (1308-1351), señor de Verona desde 1329, que guerreó contra Venecia, aunque fue Mastino I el contemporáneo de Sordello.
6Señala Chiesa que los mercenarios romañolos eran muy reputados, especialmente los de Brisighella.
7Feudo de Sordello.
8Ciudad en la orilla septentrional del lago de Garda (Faccioli).
9Cordillera montañosa sobre la orilla oriental del Garda (Faccioli).
10Localidad al sur de Salò.
11Castillo y burgo sobre la península homónima, patria del poeta Catulo.
12Todos tres burgos ribereños del Garda; es, por otra parte, en Peschiera que el río Mincio toma su nombre.
13Burgo ribereño al sur de Salò.
14Burgo ribereño al norte de Desenzano.
15Burgo al sudoeste de Desenzano.
16Burgo al norte de Cavriana.
17Soldado de la infantería alemana.
18Quam Solpharinum merito chiamabimus ancum, / nam solpharini de more incensa brusavit.

19cf. I, 505




Imagen: Ferdinand Hodler, Le guerrier furieux.

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