Con un inmenso pesar he recibido la noticia de la muerte de mi muy querido por más que reciente amigo Silvano Bassi. Nos conocimos en Verona en la ocasión de mi viaje de luna de miel gracias a Otello Fabris, presidente de la Asociación Amici di Merlin Cocai, de la que Silvano era uno de sus miembros más destacados. Él, junto a su encantadora y discreta esposa Anna (en la fotografía), nos llevó a mi mujer y a mí a la sede de la asociación en Campese, donde se encuentra la tumba de Folengo, y donde tuve la sorpresa de mi vida al verme coronando el busto del poeta, y siendo agasajado como socio honorario. Su amabilidad conmigo me llevó a obsequiarle con un ejemplar de mi edición del De origine et amplitudine Civitatis Veronae. Desde ese momento, Silvano junto a Otello se desvivieron por organizar una presentación de la obra en la ciudad de Verona, que se materializó en septiembre del año pasado en la Biblioteca Pública junto a autoridades académicas y otros amigos. Además de este homenaje a mi labor filológica, Silvano y Anna se superaron a sí mismos como amables anfitriones llevándome a Mantua, la patria de Virgilio y del Vergilius maccaronicus, Teófilo Folengo. Me conmovió realmente la amabilidad sincera de estas personas, y su reconocimiento, algo que en España me ha faltado, a mi labor científica de divulgación de la obra de Saraina, primero, y la de la poesía macarrónica folenguiana y española.
Seguíamos en estrecho contacto desde entonces; a principios de febrero me llegó la noticia a través de Otello de que Silvano había contraído una grave enfermedad. Pude hablar por videoconferencia con él en febrero y aún a principios de marzo. Él fue el quien me comunicó el designio de la Asociación de nombrarme Delegado de relaciones internacionales, con el propósito de crear un grupo de investigación sobre la poesía macarrónica europea con miembros de diversas universidades. Aún se mostraba animoso en marzo a pesar de su terrible mal, y pensaba que gracias a los tratamientos médicos que recibía cada semana podría acudir al próximo encuentro de la Asociación a mediados de abril al que yo acudiré con mi mujer. Pero, ¡ay! ya no podrá ser. Iremos a Italia, mas ya no será lo mismo sin ese querido amigo, al que tanto debo, y que tanto me ha animado a continuar con mi trabajo sobre la poesía macarrónica, y a emprender una traducción rítmica en español de la obra folenguiana más importante y extensa, el Baldus.
Silvano era un hombre íntegro, modesto, generoso, un caballero chapado a la antigua, de gesto serio, en cuyos ojos brillaba, empero, el entusiasmo de un niño cuando hablaba de lo que le apasionaba, los libros antiguos y la obra de Teófilo Folengo, figura emblemática de la literatura italiana.
Ciao, caro amico, mi manquerai per sempre! ti prometto di restare fidele alla nostra comune passione.
DEP nuestro querido Silvano.
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