sábado, 20 de diciembre de 2014

MACARRONEAS Y FAMA DE FOLENGO EN ESPAÑA EN LOS SIGLOS XVIII Y XIX




En el setecientos italiano disminuye la producción macarrónica, quizás, como señala Momigliano, por la ya excesiva lejanía del Humanismo, y aumenta, por el contrario, el interés de la crítica por Folengo1. En España vemos que sucede justamente lo opuesto: frente a la relativa irregularidad de las composiciones de la anterior centuria, los poetas macarrónicos dieciochescos demuestran una mayor conciencia de las posibilidades estilísticas y expresivas de su macarroneo, sobre todo en el caso de la macarronea gaditana de Merlinus (= Merl.) y de la metrificatio inuectiualis (= metr.) de Tomás de Iriarte (1786), hecho que se traduce en una premeditada perfección formal y en evidentes referencias a la tradición folenguiana. Estas dos tendencias de perfeccionamiento y experimentación con el instrumento lingüístico macarrónico y de afán anticuarista alcanzarán su apogeo en la Pepinada (= Pep.) de Francisco Sánchez Barbero (1812), el último, y, sin duda, más folenguiano de los poemas macarrónicos españoles.

Resultan extremadamente notables por sus inusitadas conexiones con manifestaciones parateatrales barrocas como la mojiganga callejera la citada macarronea de Merlinus y la recitada en una mascarada sevillana de 1740 (= Priap.). Tal utilización del género macarrónico en la producción dramática vernácula sólo tenía un precedente parcial en los fragmentos de latinus grossus o 'latín de sacristía' que aparecen en las obras de Juan del Encina, Torres Naharro, Gil Vicente, Lope, Tirso de Molina y Quiñones de Benavente2. El epigrama canario de Quijada (= chifl.) es una típica composición de circunstancias. Mucho mayor interés presenta la macarronea de Iriarte, la única reproducida en las antologías decimonónicas de Genthe y Delepierre, que constituye una sátira ilustrada, admirable, sobre todo, por el proficuo trasunto que realiza el autor del juego de personas literarias folenguianas, tal como se presenta en la red. T.

Con la ya citada sátira política de Sánchez Barbero (1812) termina la producción macarrónica en España, y la memoria de Folengo casi se pierde en el siglo XIX3. La poesía macarrónica se cultiva, pues, durante tres siglos en nuestro país. La falta de estudios de conjunto sobre la creación macarrónica postfolenguiana en Europa o en cualquier país en particular, impide aventurarse en una comparación entre la macarronea española y la de naciones como Italia o Francia. Con todo, puede decirse que los poemas hispanos no desmerecen de los italianos o franceses recopilados por Genthe o Delepierre4, ni en invención, ni en variedad temática y estilística. Las dieciocho macarroneas que nos son conocidas en la actualidad son aptas, a pesar de su escaso número, para darnos una idea de conjunto de la evolución del género en nuestro país5.

Dentro de sus Esfuerzos del ingenio literario (1890) L. Mª. Carbonero y Sol dedica un capítulo a las "composiciones macarrónicas". El crítico comienza por pasar revista a las diversas y latas acepciones de la palabra macarrónico y a su etimología; acto seguido trata de la creación del género en Italia en la persona de Tifi degli Odassi, y de la obra de Teófilo Folengo, reproduciendo los juicios de G. Naudé y Charles Nodier6; versa también brevemente sobre los postfolenguianos italianos, franceses, y del resto de Europa; finalmente, reproduce la metrificatio inuectiualis en la ed. de 1805, y algunas composiciones híbridas francesas y españolas "en estilo macarrónico". La obra de Carbonero representa el primer intento en nuestro país de dar una visión de conjunto del género macarrónico y sus colaterales. Lamentablemente, su libro no será conocido por la crítica española posterior.







1 Cf. A. MOMIGLIANO, o.c., p. 203.
2 Cf. ELVEZIO CANONICA DE ROCHEMONTEIX, El poliglotismo en el teatro de Lope de Vega, ed. Reichenberger, Kassel 1991, pp. 12-30.
3 Cf. F. MÁRQUEZ, o.c., p. 282: "En 1856 don Cayetano Rossell creía que Merlinice era nombre propio (seguramente de alguna ninfa)".
4 Sobre la obra de estos dos eruditos cf. A. MOMIGLIANO, o.c., pp. 214-215, 216-219 y entrada entrelazada.
5 Más de la mitad se escriben en zona andaluza, concretamente, en Sevilla y su provincia (epist., Pach., Ignat., carm., PM1, PM2, Priap.), y en Cádiz (otios., Merl., Pep.).

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