En
el setecientos italiano disminuye la producción macarrónica,
quizás, como señala Momigliano, por la ya excesiva lejanía del
Humanismo, y aumenta, por el contrario, el interés de la crítica
por Folengo1.
En España vemos que sucede justamente lo opuesto: frente a la
relativa irregularidad de las composiciones de la anterior centuria,
los poetas macarrónicos dieciochescos demuestran una mayor
conciencia de las posibilidades estilísticas y expresivas de su
macarroneo, sobre todo en el caso de la macarronea gaditana de
Merlinus (= Merl.) y de la metrificatio
inuectiualis (=
metr.) de Tomás de Iriarte (1786), hecho que se traduce en una
premeditada perfección formal y en evidentes referencias a la
tradición folenguiana. Estas dos tendencias de perfeccionamiento y
experimentación con el instrumento lingüístico macarrónico y de
afán anticuarista alcanzarán su apogeo en la Pepinada
(= Pep.) de Francisco Sánchez Barbero (1812), el último, y, sin
duda, más folenguiano de los poemas macarrónicos españoles.
Resultan
extremadamente notables por sus inusitadas conexiones con
manifestaciones parateatrales barrocas como la mojiganga callejera la
citada macarronea de Merlinus y la recitada en una mascarada
sevillana de 1740 (= Priap.). Tal utilización del género macarrónico en la
producción dramática vernácula sólo tenía un precedente parcial
en los fragmentos de latinus grossus o 'latín de sacristía' que
aparecen en las obras de Juan del Encina, Torres Naharro, Gil
Vicente, Lope, Tirso de Molina y Quiñones de Benavente2.
El epigrama canario de Quijada (= chifl.) es una típica composición de circunstancias. Mucho
mayor interés presenta la macarronea de Iriarte, la única
reproducida en las antologías decimonónicas de Genthe y Delepierre,
que constituye una sátira ilustrada, admirable, sobre todo, por el
proficuo trasunto que realiza el autor del juego de personas
literarias folenguianas, tal como se presenta en la red. T.
Con
la ya citada sátira política de Sánchez Barbero (1812) termina la
producción macarrónica en España, y la memoria de Folengo casi se
pierde en el siglo XIX3.
La poesía macarrónica se cultiva, pues, durante tres siglos en
nuestro país. La falta de estudios de conjunto sobre la creación
macarrónica postfolenguiana en Europa o en cualquier país en
particular, impide aventurarse en una comparación entre la
macarronea española y la de naciones como Italia o Francia. Con
todo, puede decirse que los poemas hispanos no desmerecen de los
italianos o franceses recopilados por Genthe o Delepierre4,
ni en invención, ni en variedad temática y estilística. Las
dieciocho macarroneas que nos son conocidas en la actualidad son
aptas, a pesar de su escaso número, para darnos una idea de conjunto
de la evolución del género en nuestro país5.
Dentro de sus Esfuerzos
del ingenio literario
(1890) L. Mª. Carbonero y Sol dedica un capítulo a las
"composiciones macarrónicas". El crítico comienza por
pasar revista a las diversas y latas acepciones de la palabra
macarrónico y a su etimología; acto seguido trata de la creación
del género en Italia en la persona de Tifi degli Odassi, y de la
obra de Teófilo Folengo, reproduciendo los juicios de G. Naudé y
Charles Nodier6;
versa también brevemente sobre los postfolenguianos italianos,
franceses, y del resto de Europa; finalmente, reproduce la
metrificatio
inuectiualis en la
ed. de 1805, y algunas composiciones híbridas francesas y españolas
"en estilo macarrónico". La obra de Carbonero representa
el primer intento en nuestro país de dar una visión de conjunto del
género macarrónico y sus colaterales. Lamentablemente, su libro no
será conocido por la crítica española posterior.
1
Cf. A. MOMIGLIANO, o.c., p. 203.
2
Cf. ELVEZIO CANONICA DE ROCHEMONTEIX, El poliglotismo en el
teatro de Lope de Vega, ed. Reichenberger, Kassel 1991, pp.
12-30.
3
Cf. F. MÁRQUEZ, o.c., p. 282: "En 1856 don Cayetano
Rossell creía que Merlinice era nombre propio (seguramente
de alguna ninfa)".
4
Sobre la obra de estos dos eruditos cf. A. MOMIGLIANO, o.c.,
pp. 214-215, 216-219 y entrada entrelazada.
5
Más de la mitad se escriben en zona andaluza, concretamente, en
Sevilla y su provincia (epist., Pach., Ignat., carm., PM1,
PM2, Priap.), y en Cádiz (otios.,
Merl., Pep.).
6 Véase entrada entrelazada.
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