sábado, 9 de junio de 2012

ANTONIO TORRES-ALCALÁ Y SU DEFINICIÓN DEL MACARRONEO


Ya en nuestro país, Antonio Torres-Alcalá publica en 1984 Verbi gratia: los escritores macarrónicos de España, única monografía existente en España sobre la poesía macarrónica, aparte del imprescindible trabajo de Francisco Márquez Villanueva. Ajeno a las líneas de investigación italianas de los últimos tiempos, Torres-Alcalá elabora una caracterización del híbrido macarrónico por oposición a otros híbridos lingüísticos.

Distingue nuestro autor entre hibridismo lingüístico e hibridismo textual. Se diferencian por el objeto del hibridismo y por su carácter voluntario o involuntario. Así, en el hibridismo lingüístico, lo que resulta afectado es la “lengua”, al nivel de la morfología de la palabra; mientras que en el textual, no es la lengua, sino el texto el que resulta híbrido por el uso alternado, aunque correcto de diversas lenguas (bilingüísmo o poliglotismo textual). En cuanto a la segunda distinción, se dice que los textuales son voluntarios y obedecen a razones literarias, en tanto que los lingüísticos –exceptuando el latín macarrónico- son siempre involuntarios y nacen de un proceso de interferencia1.

Por otra parte, dentro de los hibridismos lingüísticos hace una diferenciación entre lo que convencionalmente llama hibridismo histórico o latente, e hibridismo dinámico o patente. El primer tipo es el que resulta del fenómeno evolutivo implícito en cada lengua, que cambia por influencia de sustratos lingüísticos preexistentes, como ha sucedido y, en cierto modo, sigue sucediendo en las lenguas formales conocidas; el segundo tipo está representado por las lenguas que están aún hoy en proceso de evolución acelerada por la influencia activa y constante de diferentes elementos lingüísticos, como el crêole del Caribe, el caló, el papiamentu de las Antillas, el jiddish, etc2.

Centrándose en la peculiaridad del híbrido que se llama “latín macarrónico” señala Torres-Alcalá que, siendo un híbrido lingüístico, no es ni latente ni patente, y, a diferencia de éstos es voluntario, como el textual3.

Tras estas precisiones términológicas, pasa a un tratamiento más extenso de los dos tipos de hibridismos, para abordar finalmente una caracterización formal del macarroneo. Para él, el hibridismo textual consiste en el uso correcto y yuxtapositivo de varios idiomas formales en la composición de un texto (sintagma, período o párrafo). El hibridismo textual –bilingüísmo o poliglotismo- es el resultado de una necesidad lingüística (glosas Silense y Emilianense) o de una convención estilística, como el que se encuentra en textos de la baja Edad Media y el temprano Renacimiento, debidos a un prurito de virtuosismo lingüístico, y en los que una de las lenguas asume la función de glosa o parodia de la otra u otras (carmina Burana)4.

Por otro lado, insiste en el carácter involuntario del hibridismo lingüístico por oposición al textual. Nace, por tanto, espontáneamente del contacto de una lengua con otra afín o distante. En ese contacto, una de las lenguas se encuentra en desventaja frente a la otra, que es dominante por razones histórico-políticas y / o socio-económicas. Se llama, además, hibridismo lingüístico porque lo que resulta contaminado es el vocabulario, es decir, la morfología, la semántica, el léxico y la sintaxis de una lengua por influencia de otra, en un proceso que Torres-Alcalá llama osmótico5. Pero frente a estos híbridos lingüísticos espontáneos y naturales hay otro, el latín macarrónico, que no se origina como lengua popular en pugna, sino como creación voluntaria de una fórmula literaria por parte de personas cultas en un momento histórico muy determinado: el Renacimiento. Se precisa así que para que un latín sea macarrónico tenga que ajustarse a las siguientes convenciones6:

  1. Tiene que ser un híbrido lingüístico.

  1. Tiene que basarse en errores morfológicos, léxicos, semánticos y / o sintácticos consistentes.

  1. Tiene que ser voluntario, que es la condición esencial para Torres-Alcalá.

  1. Debe ejercer una función paródica, que es lo que permite distinguirlo de otro macarrónico, formal y no latino: el esperanto. Para Torres-Alcalá esta parodia va dirigida al esclerotizado latín humanista, en lo que se aparta diametralmente de su fuente principal, que es Paoli y su idea del “error voluntario” macarrónico como parodia del involuntario propio del latinus grossus.7


En la misma línea, pues, del filólogo florentino, Torres-Alcalá cierra su exposición con un comentario sobre la aparente facilidad del macarroneo8:

[...] Que no se atrevan los neófitos, porque este latín es elitista: sólo los humanistas y filólogos pueden macarronizar con elegancia. De ahí que exista una clase de macarrónico de baja estirpe, cuyas únicas posibilidades son el humor chusco, la prosa en vez de la poesía, y cuya genealogía se ve más claramente emparentada con el “latinus grossus” que con el clásico macarrónico. Todo depende del uso que se haga de los elementos constitutivos de este nuevo híbrido sin “carnet”.




1 Cf. A. TORRES-ALCALÁ, o.c., p. 22
2 Cf. ib., p. 22
3 Cf. ib., p. 23
4 Cf. A. TORRES-ALCALÁ, o.c., pp. 23-24
5 Cf. ib., p. 31
6 Cf. ib., pp. 33-34
7 Cf. A. TORRES-ALCALÁ, o.c., p. 8: “[...] Lo que el escritor macarrónico hace es imitar la lengua tosca de los notarios ignorantes y parodiar con ella la archiusada y ya hastiada de los humanistas; de ahí que el siguiente paralelismo sea válido: si, como la crítica ha apuntado, los humanistas asestaron un golpe mortal al latín de los clásicos, los macarrónicos lo hicieron con el de los humanistas”.
8 Cf. A. TORRES-ALCALÁ, o.c., p. 37

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