En tal clima intelectual Ettore Bonora publica en 1958 un artículo fundamental sobre la técnica de hibridación de las tradiciones culturales y lingüísticas presentes en el macarroneo folenguiano1. Aceptando la idea croceana de que la lengua de Folengo es un hecho completamente individual, Bonora disiente del crítico Enrico Giaccomo Parodi2 en que sea producto de un subjetivismo anárquico e incomunicable, sino de “un poeta que hacía un uso original y puede decirse que extremista de las tradiciones literarias y lingüísticas que le proponía la cultura de su tiempo”3. Folengo llegó al extremo de quererlas fundir y recomponer en una lengua nueva, que buscaba una fuerte expresividad de carácter cómico.
Para Bonora, el macarroneo folenguiano resulta muy distinto del de sus antecesores por su finura artística y su complejidad cultural, y a través de las prefaciones y cartas de las cuatro redacciones de la obra macarrónica de Folengo, reconstruye las líneas maestras de su poética4.
La defensa de la dignidad de todas las lenguas, que Bonora deduce de un texto de la Apologetica in sui excusationem de la red. T5, constituye el presupuesto básico del hibridismo macarrónico, entendido como composición original que alcanza expresividad gracias a la vitalidad de los elementos que la forman. Ésta misma es la que permite que el macarroneo se gradúe desde la nobleza del latín a la vulgaridad dialectal para adaptarse a la rica y mudable sustancia de la realidad representada en el Baldus y la Zanitonella.6
Según Bonora, Folengo no se limita, como sus precursores, a usar el material dialectal como elemento polémico contra las tradiciones doctas como el ciceronismo y el petrarquismo, que ponían a la lengua en peligro de esclerotizarse por el respeto a los modelos indiscutibles que proponían. Los dialectos septentrionales son una continua fuente de inspiración expresionista para Folengo; pero el sútil juego de ironía que preside su particular fusión de tradiciones le lleva a hacer un uso reflexivo del dialecto ennobleciéndolo según el modelo del latín y del vulgar de uso literario7.
En la lengua de Folengo hay muy poco lugar para lo gratuito y la improvisación, como decía Bonora que dejaría ver la reconstrucción de la gramática, la sintaxis y el léxico macarrónico, siempre que no se cometa el error de privilegiar cualquiera de sus componentes lingüísticos como normativo, ya que todos ellos coadyuvan a la invención macarrónica. La lengua macarrónica es totalmente individual del mismo modo que cualquier otra lengua poética8.
Es fundamental entender, dice Bonora, que las tradiciones lingüísticas que se encuentran en el macarrónico folenguiano conviven de forma armoniosa debido a que siempre nos encontramos con latín y formas neolatinas, de modo que puede decirse que la invención lingüística de Folengo tiene coherencia estilística en cuanto posee una fundamental coherencia histórica. Bonora aduce como ejemplo de la convergencia de tradiciones lingüísticas una serie de abstractos macarrónicos (fractio ossorum; sofiatio supra panadam)9que aúnan el sentido amplificatorio que atribuía a los abstractos el latín clásico, la naturaleza con que los tomaba el vulgar literario según el modelo del latín medieval, y la fuerte vena cómica de la fantasía dialectal, que tendía a captar de las cosas el aspecto material y sensible, y de por sí ajena a las abstracciones. Así, concluye Bonora, la fuerza expresiva de la palabra folenguiana “está en estrecha relación con las tradiciones lingüísticas verdaderamente presentes en su conciencia artística”10.
1 Cf. E. BONORA, “Ancora sulla lingua del Folengo. L’incontro di tradizioni linguistiche nel maccheronico folenghiano”, GSLI, vol. CXXXV, fasc.I (1958) pp. 41-50. Este artículo fue recogido, con otros del autor, cuyo magisterio sobre las nuevas generaciones de folenguistas es indiscutible, en un volumen recopilatorio titulado Retorica e invenzione. Studi sulla letteratura italiana del Rinascimento, Rizzoli, Milano 1968, pp. 81-89 con el título reducido de “L’incontro di tradizioni linguistiche nel maccheronico folenghiano”, por el que citamos. Tal artículo debe entenderse como una feliz apostilla a su libro Le Maccheronee di Teofilo Folengo, N. Pozza, Venezia 1956, “bella e fondamentale opera”, como dice Miklós Fogarasi (cf. V. BRANCA, C. GRIGGIO, M. y E. PECORARO, G. PIZZAMIGLIO, E. SEQUI (edd.), “Lingua e dialetti nel maccheronico folenghiano”, Il Rinascimento. Aspetti e problemi attuali. Atti del X Congresso dell’Associazione Internazionale per gli studi di lingua e letteratura italiana. Belgrado, 17-21 aprile 1979, Olschki, Firenze 1982, p. 396), en la que se proponía ofrecer sustancialmente una presentación filológica y estética de la creación poética folenguiana, y definía el macarroneo como una caricatura artificiosa del latín, caracterizada por la reivindicación violenta de la materia dialectal (cf. Le Maccheronee..., p.38).
2 cf. E.G. PARODI, Poeti antichi e moderni, Sansoni, Firenze 1923, pp. 196-197 cit. por E. BONORA, L’incontro..., p.83.
3 cf. E.BONORA, o.c., pp. 83-84
4 Cf. ib., pp.81-83.
5 Cf. ib., pp. 81-82. Se reproduce un texto en el que Merlín Cocayo responde a las críticas de un hipotético lector sobre su uso de palabras mantuanas o brescianas incomprensibles para otros. Merlín dice que al igual que todos no entienden el griego o el hebreo no debe extrañar que no se entiendan estos dialectos: “[...] dicet aliquis: Vocabula fingis, o Merline, quibus patria tua solet uti tantummodo; exempli gratia: “doniare puellas”, “cimare”, “tracagnum”, et cetera, quae tantum aut mantuanice aut bressanice possunt intellegi. Respondeo quod veluti non omnes aut graecum aut hebraeum aut arabicum aut chaldaeum aut denique latinum simul intelligunt, ita nil mirum si cuncti mantuanicum aut florentinicum aut bergamascum aut todescum aut sguizzarum aut scarpacinum aut spazzacaminum minime sciunt pariter intelligere. Ut quid ordinantur commentatores ac linguarum interpretes? Ut quid translatores? Proculdubio causa splanandi linguarum incognoventiam”. Bonora relaciona este texto con un juicio del filósofo Pomponazzi, contemporáneo de Folengo y famoso por sus lecciones universitarias híbridas, donde sí se afirma expresamente la identidad de valor de todas las lenguas (cf. ib., p. 82 n.1). Esta afirmación e silentio deducida de tal texto (“con tono paradossalmente polemico” decía en su libro de 1956 [p.80]) le sirve a Bonora para situar en un mismo plano de igualdad a todos los componentes del macarroneo.
6 Cf. ib., p. 82: “[...] nella stessa Apologetica lo scrittore, dopo aver citato esempi del “parlandi genus rusticanum” tolti dal Baldus, osservava che “parlatio vero minus grossa tempestatibus maritimis, bellorum descriptionibus et quibusvis rebus, non rusticanis applicanda est”, e soggiungeva: “si ...in aliquibus locis succurrit loqui de Deo aut de Sanctis, indignum et vituperabile esset non uti latinitate aliqua, non tamen tam alta, quod videatur lapis preciosus limo sepultus et gemma porcis ante posita”.”
7 Cf. ib., p. 84
8 Cf. ib., p.88
9 Para E. BONORA, o.c., pp.86-87 los abstractos y compuestos son elementos determinantes en la creatividad lingüística macarrónica: “[...]Tra i molti esempi que offre il vasto lessico maccheronico, meglio adatti a spiegare la natura della fantasia folenghiana sono forse i composti e gli astratti, formati con suffissi non estranei all’uso latino ma applicati in modo che la parola risulti d’una latinità fittizia. Questi composti e questi astratti, che ricorrono frequentemente nel lessico maccheronico, sono significativi anche perché rappresentano volute infrazioni alle norme del latino classico, e perciò denotano la presenza di una retorica di nuovo stampo. Ma mentre con i composti (codaius, ranisonus, sconficus, longipes, ecc.) il Folengo, contravvenendo al consiglio di Quintiliano che li considerava propri del greco e non del latino, ritrovava strumenti del linguaggio comico dei quali già s’era servito intenzionalmente Plauto, con gli astratti dei tipi di boimentum, striccamen, pensatio, strachedo, ecc. metteva forse a più dura prova la retorica classica. Otteneva infatti quell’idea d’amplificazione e di sostenutezza che in genere, aveva motivato il cauto uso dell’astratto negli scrittori latini; ma fedele prima di tutto al suo gusto delle cose, più che concrete, corpose, il nostro poeta non faceva mai degli astratti quello che essi erano stato all’origine –nel latino delle scuole medievali- e che non cessano d’essere nemmeno por la coscienza di noi moderni: parole che riducono la realtà fenomenica a dato concettuale; in essi anzi riusciva a fissare con la maggiore concentrazione possibile l’elemento attivo del nome: l’elemento verbale. Dire, per esempio, di un ghiottone ribaldo che è una destructio panis viene ad essere definizione più forte, oltre che più pittoresca, dell’ovvio destructor panis, per la facoltà di accentrare in destructio l’immagine di un distrurre colto in tutta la sua pienezza, senza determinazioni di luogo o di tempo”.
10 Cf. ib., p. 89
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