Argumento
de la macarronea
del sevillano Francisco
Pacheco
Libro primero
Cuando
el mundo todo festejaba con la mayor alegría la santísima noche de
la fiesta de Navidad (principalmente el coro de la Iglesia
hispalense), Lucifer, que vivía preso en el coleguillo de San
Miguel1
(por obra del mismo santísimo Arcángel), odiando la humana
felicidad, más rabioso que cualquier mastino, burló al guardián de
su cárcel; y, rotos sus grillones, se fue a una putería, y obtuvo
de la Venus bastarda, que hacía oficio de madre, a su hijo Cupido y
tres mozas, con quienes volvió a la iglesia, y ataca bajo la persona
fingida de un monaguillo alcahuete la castidad de algunos canónicos;
de éstos dos jóvenes, Antonio González y Fernán Pérez2,
sujetos a la fragilidad humana, dejaron los maitines, y siguieron sin
hacerse rogar a aquél y a las putas. De hecho, el racionario
Armigio, hombre otrora jugador y putañero, pero ya teatino y
alumbrado, sospechando el crimen, en rápida carrera alcanzólos y
los reprendió con muy grave porte, y espantó a las putas
amenazadas, pero, a la postre, y por el consejo de Antonio González,
el desdichado trabucó en el común mal de la Naturaleza. Y hecho
compañero tercero de la bellaquería, los guió al sucísimo colegio
de San Miguel (que se ve desde la Iglesia3),
donde poseyeron a las prostitutas, y cedieron a la voluntad del
Demonio.
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1 "El
colegio de San Miguel dependía del cabildo de la catedral y tenía
como pupilos, principalmente, a los jóvenes que asistían a coro,
instruyéndolos en gramática y artes liberales para los futuros
estudios de cánones y teología [...] Y en ese coro de los mozos de
San Miguel, precursores de los Seises, está ambientada la primera
parte de la Macarronea"
(Ib.
p. 650).
2 Montero
y Solís pudieron comprobar en el Archivo de la Catedral de Sevilla
la autenticidad de estos dos canónigos, así como la del
racionario Armijio, de nombre Cristóbal, quienes en el cuerpo del
poema serán aludidos con apodos o sólo el nombre propio (Ib.
pp. 652-653).
3 "El
edificio del colegio estaba frente a la puerta de San Miguel de la
catedral, en la actual Avenida, por entonces calle de las Gradas,
hasta la muralla del Postigo del Aceite, en la actual calle Arfe"
(cf. Ib.
p. 652 n. 41)
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