domingo, 12 de noviembre de 2017

FRAGMENTOS DE MI TRADUCCIÓN DE "BALDO": Pelea de Berta y Lena (VI, 255-349)





Pero entretanto la esposa de Baldo, que Berta se llama,
sin su marido, sin bienes, y pobremente vestida,
es echada a la fuerza -¡qué pena!- de casa de Berto,
pues, según de los senadores el veredicto,
"teniendo Zambello la propiedad, propietario se llama".                 260
Mas Cíngar no abandona a aquella desventurada,
quien mala penuría tendría, o incluso el peligro sería
de que en un taburete, por ganarse la vida,
Berta sentada, tuviera la tienda siempre abierta1,
si Cíngar no la ayudara con sus consejos y obras.                         265
Aquella viudita amamanta dos hijitos gemelos,
e hila en la casa paterna, y así se gana la vida.
Montando en cólera, empero, por su pena excesiva,
tira al suelo el huso, y aparta a un lado la rueca,
agarra una barra gordota, y corre al lar de Zambello,                   270
al que jura dar bastonazos tan numerosos,
cuantos emplean para trillar la paja los rústicos.
¡Ay de ti, Zambello, si te encuentra en tu casa!
¡ay de tus hombros y espalda!: la cólera de la diabla
tráete, furibunda, la calamidad más terrible.                                275
¡Oh, qué buena suerte, que lejos estabas entonces!
Pero tu Lena, no obstante, tu esposa, digo, donosa,
que de tener se alegraba un mastuerzo como marido,
cuando ve a Berta viniendo hecha una fiera,
y villanías sin dejar de echar de su boca,                                     280
que quiere, tiene el propósito de zurrarle a la silla,
después que ocasión no dase de apalear el caballo,
ella también a un lado aparta prudente la rueca.
Lena, digo, viendo a la otra echándose encima,
presta se quita de su costado izquierdo la rueca,                          285
que había justo cargado de un grande rollo de estopa,
y mientras piensa en ponerlo rápidamente debajo,
y en agarrar al tiempo el rodillo de los hojaldres,
Berta, en llegando, comienza a darle gusto a la tranca;
Lena, carente de armas, corre veloz hacia el fuego,                      290
do pone la rueca y el lino; el fuego al punto la seca
materia prendiendo, estalla en una feroz llamarada,
cual presto hace fuego la culebrina que ataca murallas.
Berta, viendo crecer contra sí una hoguera tamaña,
vuelve la espalda, se va, se escapa, vuela cual pájaro,                 295
pues combatir contra el fuego es una enorme locura.
La otra, mil antiguas ofensas rememorando,
no menos la acosa, tal que el gavilán hace con la becada,
que huye de aquél, igual que la alondra de azor que la sigue.
Lena se afana en poner la lana ardiente en sus trenzas,               300
Berta grita: "¡Mi hermana querida, y dulce cuñada,
perdóname, desdichada de mí, perdona a tu hermana!"
Lena gritar la deja, quien, sorda a toda plegaria,
siempre más muestra tener orejas de comerciante.
Su diestra la rueca chisporroteante de hebras ardiendo                305
alta sostiene, y la zurda, corriendo, se afana en a aquélla
cogerla, bien por sus sueltos cabellos, caída la cofia,
o por las enaguas alzadas por obra del viento agitado.
Berta aún más se apresura, y ya algunas pavesas
siéntese crepitar por sobre su nuca desnuda,                              310
por eso se gira y sopla por apagar esa estopa,
pero estornudó su nariz rozada del fuego en su punta.
Corre entonces el doble en zigzag y en línea recta,
no de otro modo corriendo que gata poco doméstica,
a cuya cola le atan una tripa de cerdo,                                       315
en la que hay o tres o cinco semillas de haba.
Aquélla huye y oye las habas sonando a su espalda,
por lo que corre más, siempre la persigue aquella
tripa, y piensa que un hombre la viene detrás persiguiendo.
Finalmente, llegando Berta a cierta vivienda,                             320
grita auxilio, y quiere saltar un alto cercado
tejido con vencejos de sauce, y lleno de zarzas.
Y como un salto dio por saltar de la cerca la altura,
enganchose con su falda en aquellos espinos;
atrapada quedó con los pies mirando hacia el cielo,                     325
oscurecer logró el sol descubriendo su libro2,
y contra lo natural superó la luna al marido.
No parose Lena, quien la rueca caliente
en el eclipse hundió, que ya el mundo oscureciera.
Cuando la buena mujer sintió sus bajos ardiendo,                       330
por el dolor vencida, sobre la sopa humeante
sopla, y con su otra boca a la vez un pedo se tira,
que fue capaz de la rueca apagar con su fuerza ventosa.
Hecho lo cual, facilmente se libra de aquella maraña,
se asienta sobre sus pies, y, animosa ya el fuego apagado,          335
inclínase, y agarra Berta medio ladrillo,
y con enorme empeño a su cuñada lo lanza.
Lena, no obstante, con su agilidad esquiva la piedra,
coge la misma, y la tira al sitio de donde viniera.
Entre las dos, así pues, se alzaba la cerca de espinos,                 340
que Berta, saltando a pies juntillas, pasó por encima;
entonces, cogiéndose por las trenzas, con uñas entrambas
se zurran, se muerden, se arañan, y sin tijeras se pelan.
He visto a veces gallinas, o bien incubando sus huevos,
o por doquier llevando sus batallones de pollos,                          345
dar comienzo a una liza de garras y picos cruenta.
Como aparece con sus pechos doquier desplumados,
mientras se picotean y hieren con uñas filosas,
del mismo modo Lena y Berta casi se matan.







1Referencia a la prostitución.

2En glosa a T IV 337 se señalaba: Metaphora sumpta incantatoribus, qui magicum retegendo libellum solis radios obtenebrant. Alusión, indica Chiesa, a la creencia de que los brujos podían provocar con los encantos de sus libros de magia eclipses, causados a menudo por la luna. De ahí la doble metáfora que tiene como término real la vagina femenina.

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