El paladín Guidón y su amada Baldovina, hija del rey de Francia, se fugan de la corte, y pasan a Italia. Extenuados y hambrientos, se detienen ante la cabaña de Berto Panada, aldeano gentil (rara avis para Folengo) en las afueras de Cipada.
Viendo
Guidón al sol zambullirse ya bajo el agua,
y sus carros
guardar entre cañas ranisonantes1, 150
se anima
hablándose: "la vergüenza de procurarse
albergue
gratis tiñe de rojo nuestras mejillas,
pero al
menos la pena es menor cuando el sol se retira,
y cubre la
máscara de las tinieblas esta vergüenza."
Dice así,
y una cerca pasa de cañas de sorgo, 155
que un
corralillo ciñe, semejando un teatro.
De pronto un
mastín al encuentro le sale "¡guau, guau!" repitiendo.
Berto
cerrado había la puerta de su casita;
apenas oye
ladrar a su perro, sale de casa,
y lleva en
la diestra una cuchara, y la luz en la zurda, 160
pues
espumaba entonces de su cena la sopa.
"¿Queréis
acaso -dice- pasar esta noche en mi casa?
Entrad aquí,
os lo ruego, lo mío comparto con todos".
Así
hablando, adentro los lleva, y atranca la puerta,
y dos
banquetas de patas tres junto al fuego dispone, 165
donde
sentarse indica a aquellos de fuerza privados.
Habla poco
entonces, porque de poco coloquio
es tiempo,
cuando el huésped hambre tiene o sueño;
uno, pues,
de sus dichos solía decir como sigue:
"Come
cuando hambre tienes, duerme cuando bostezas, 170
después de
llenarte la panza, podrás decir lo que quieras,
después de
dormir a gusto, deja que me desperece;
preceptos
que los asnos pusieron en sus estatutos2".
Por tanto,
Berto, cual mudo, de qué comer apareja,
porque sea
lista una cena de tres personas al menos. 175
Colgado de
un bajo sofito se encontraba un cestillo
fijado al
clavo de un cabio, de donde saca muy blancos
seis huevos,
tres de los cuales cagara recién la gallina.
Mete en
ceniza tres por beberlos apenas exuden,
tres prepara
para hacer una pobre tortilla. 180
Luego se va
y los secretos descubre de magra despensa,
que siempre
vigila acechante desde un rincón apartado
la gata por
mor de un barreño digno de ser relamido.
De ahí,
asimismo, lisas o vairones3
algunos
toma;
pececillos, las lisas y los vairones 185
que el
Mincio engendra en torno de la villa de Mantua.
No obstante,
cual de Cipada refieren los grandes anales
ni lisas
Berto cogió, ni vairones Berto entonces,
sino un
número de dos veces cinco gardines4,
con los que
mezcla asimismo ranas con cebo cogidas. 190
Al ver
Baldovina que tantas faenas mal se podían
cumplir a la
vez por Berto, si no ayuda le presta,
cortés como
siempre fue, se levanta de cabe el fuego,
y
enteramente gentil, no evita, haciendo melindres,
los
pececitos coger, a Guidón de reojo mirando, 195
como si sólo
con un gesto quisiera decirle:
"¡Mírame
aquí, que de un rey soy hija, qué cosas hago!"
Sus níveas
manos ya sin guantes remangan sus blancos
y torneados
brazos, coge el cuchillo, y aquellos
peces
escamando, tira su porquería, 200
y quita la
piel a las ranas como quien quita pañales.
No pudo
Guidón dejar de alegrarse con una sonrisa,
viendo con
cuánto ánimo una mujer nobilísima
quiere el
corazón siempre alegre tener a pesar del destino.
También
levantándose él de su asiento, se muestra contento, 205
todos los
sinsabores dejando de gran amargura,
préparase
para hacer las faenas que exige la cena.
A recoger se
pone primero algunas ramitas
por dentro y
por fuera que por tierra esparcidas estaban;
éstas bajo
el negro culo de una marmita 210
rastrilla, a
fin de cocer allí unas gachas grasientas;
porque tan
grande fuego no arda entonces en vano,
arrima a la
llama una sartén de torpe manera,
y aceite
hirviendo prepara para freír el pescado.
Baldovina a
su hombre mira modosa, y de todo 215
penar
aliviada, por nada a reír se pone a carcajadas
toda, con el
bazo5
saliéndole casi del pecho:
observa,
pues, cómo un hombre tan grande tan torpe resulte
para en sus
manos usar los cacharros de la cocina;
y a éste,
el humo de la chimenea, mal de su grado, 220
y el propio
fuego abrasante le obliga a llorar sus pecados.
Ora su
frente, ora sus piernas, ora sus ojos su mano protege;
enjuga, de
hecho, su frente que suda por tanto fuego,
protege, de
hecho, sus piernas que del calor excesivo se cuecen,
estriega, de
hecho, sus ojos que el humo crecido de lágrimas llena; 225
también su
nariz, asaz moqueante, con un pañuelo
suena, y a
maldecir la verde leña es forzado.
Ésta riendo
más, de ello saca mucha alegría.
Tal risa
Guidón advirtiendo, dijo estas palabras:
"tres
cosas hay en el mundo, afirmaba Sócrates sabio, 230
que al
hombre ahuyentan, y lo hacen salir de su casa:
el fuego
devorador, el humo, y la esposa malvada".
Baldovina al
punto responde: "tú no todavía,
no todavía
haber la faena acabado te pienses".
1Ranisonisque
suos carros logare canellis. Se sitúa la acción en las zonas
pantanosas de los lagos del Mincio, concretamente, en sus
cañaverales plagados de ranas croantes (Chiesa). Ranisonis es
una neoformación latina humanistica.
2El
desperezarse era considerado típico de los asnos (Chiesa).
3El
vairón (Leuciscus souffia) es un pez pequeño y esbelto que
vive en fondos de grava en grandes bancos.
4Sed
scardovellas numero bis quinque recepit. El gardín (scardinius
erythrophtalmus) es un pez dulceacuícola, pequeño-mediano para
ser un ciprínido. Pez recordado por Dante por sus abundantes
escamas era considerado en la época de modesto valor (Chiesa).
5Las
teorías antiguas sobre el bazo como sede de la risa fueron
recopiladas por Laurent Joubert en su Traité du ris (1579).
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