sábado, 7 de marzo de 2015

EL LÉXICO MACARRÓNICO EN LA MACARRONEA DE JUAN DE VERGARA





1. El léxico macarrónico1.

1. 1. Macarronismos léxicos.

El macarronismo léxico, recordamos, consiste en la latinización sufijal de una palabra vulgar, y junto con el error gramatical latino que representa el macarronismo morfológico, constituye la forma más elemental del macarroneo literario, en cuanto parodia de los despropósitos del latinus grossus. Estos macarronismos léxicos predominan ampliamente en Bald.: (agenis, agujeta, assechabat, batallam, baxando, blasfemat, bolvamus, burlas, cabeçam, cabis, calças, callet, callans, carreras, comunerum, contare, cortare, cosis, demandis, desonrras, ducatos, ducatis, exculpat, faxas, flamingos, fortalezas, gatus, gritos, gualdrapis, hermanus, jubonem, leuantans, mamam, mamare, manauit, mantillas, mentiras, metat, mirat, obispatos, oreja, pagas, pagasse, pagatum, pagatus, parescit, parlas, passamus, preguntas, presidentem, quexabor, ratonem, renegat, señores, soldatos, soldatum, susurrones, taitam, tetam, tocauit, tramat, tramauit, trocando, villas).

Dentro de este tipo, destaca por su efecto cómico la macarronización de una palabra derivada que no tiene correspondiente formal en latín (achaquiqum, barbaza, barrizo, culatis, mamarron, pañaletos).

Se detecta una tendencia aleatoria al empleo de un léxico marginal (garduñare, mamarron), que lleva a registrar algunos hapax: (achaquiqum, barrizo, mamolum). Es de resaltar el caso del macarronismo flamingos, que presenta un lexema no castellano, sino neerlandés, lo que no debe sorprender en Vergara, dado su conocimiento del país.

Ciertos macarronismos léxicos sufren una alteración gráfica que pretende dar una pátina clásica a los macarronismos (achaquiqum, anquis, borachus, capitaneos, capitaneus, capronis, lochi, pañaletos, phanpharrones, spiare), mantener una grafía vulgar característica (dubdas), o hipercaracterizar un término vulgar (attare, pallis, sallit).

No se da en Bald. la macarronización desinencial de palabras o sintagmas vulgares invariables, acompañada a veces de aglutinación, que constituye un rasgo llamativo del macarroneo folenguiano.

1. 2. Macarronismos morfológicos.

La presencia de macarronismos morfológicos en Bald., es decir, de palabras latinas deliberadamente erradas, es prácticamente inexistente. El abl. forato de Bald. 87 por el documentado foratu resulta un testimonio demasiado aislado que podría explicarse o por corrupción textual o por un proceso de asimilación a la segunda declinación que corrobora la tendencia diacrónica del sistema lingüístico latino, y del que quizás puedan existir ejemplos anteriores en el tiempo. La parodia de la insuficiencia lingüística del latinus grossus que puede estar en el origen de la creación macarrónica italiana, resulta evidentemente extraña como motivación a los émulos folenguianos extranjeros, humanistas seducidos por los aciertos de la primera persona macarrónica. Por otra parte, es posible afirmar que tales macarronismos morfológicos serían menos extraños si tras las macarroneas se ocultara un designio de parodiar el latín humanista, como se ha sostenido frecuentemente.

1. 3. Macarronismos heteróclitos o “irregulares”2.

No hay huella de ellos en Bald. Es de notar el caso de mamarron, construido sobre un calco textual folenguiano con el término macaron. En aquél se halla un caso de desinencia cero al asimilar el sustantivo al modelo de los de la 3ª declinación en –n. El problema de la discrepancia de acento entre sustantivo llano latino y español agudo es resuelta por la caida del ictus en última sílaba. En los otros macarronismos en los que podría plantearse esta cuestión se evitan los casos nom.-voc. sing. (capronis, jubonem, ratonem, señores, phanpharrones, susurrones), así como en los declinados según el modelo ns, -ntis (presidentem), donde el nom.-voc. singular *presidens se alejaría demasiado morfológicamente del vulgar ‘presidente’ (cf. lat. ‘praesidens’). Para casos parecidos como ‘buffone’ y ‘galante’ Folengo habilitaba audaces macarronismos heteróclitos como buffonus (junto a buffon) y galantus, que le permiten conservar el característico acento y morfología vulgar, más perentorio si cabe en los macarronismos españoles de acento agudo.

1. 4. Macarronismos semánticos.

Como tales pueden señalarse camiseas, cedent, cedet, demandat, habere, latinum, mandat, pensiones, procurat, sallit, saltare, villas, volvebam (cf. glosario para ‘villas’).

1. 5. Macarronismos de locución o de calco.

Encontramos dos ejemplos que reproducen expresiones vulgares y populares: se metat in culum linguam (v. 7), in anquis agenis (v. 23), trocando pro veris (v. 38) y de capa caita (v. 83) ‘de capa caída’. Paoli establecía la superioridad del macarroneo italiano sobre el de otros países, basándose en la posibilidad, extraña a otros macarroneos, de recrear el latín sobre los modos del habla vulgar y dialectal.

1. 6. Macarronismos folenguianos.

El aspecto más espectacular del léxico de Bald. es la presencia, casi siempre con coincidencia de sede métrica, de una serie de calcos textuales de las macarroneas folenguianas que validan plenamente la idea de J. F. Alcina de que la poesía macarrónica española es un género de derivación: agraffaset, becibus, budellas, creparent, gridans, padellas, sborante, scambiettos, spiccauit, (rumpere) testam, tif taf.

Algunos de ellos (agraffaset, budellas, busias, creparent, gridans, sborante, spiccauit, testam, tif taf) son relativamente frecuentes en la macarronea foleguiana, pero otros son extremadamente raros, al menos en la acepción usada (becibus, busias, padellas, scambiettos). Uno de ellos sólo puede encontrarse en la red. T (busias), no en la P, y otro sólo presenta coincidencia de sede métrica en aquella redacción (scambiettos). Este hecho nos asegura la dependencia de Bald. de esta redacción.

1. 7. Frecuencia de los macarronismos.

Es éste un elemento de primer orden para el estudio de la evolución de la macarronea española. Ettore Paratore en su artículo de 1977 establecía tres categorías: versos con un solo macarronismo en fin de verso, versos con varios macarronismos y versos íntegramente latinos3. Nosotros modificamos tal clasificación en la primera categoría, dando cabida a los versos en que ése único macarronismo pueda ocupar otras posiciones (recordemos el valor estilístico relevante que adoptan también los términos colocados al comienzo de verso y ante cesura).

En la primera categoría se encuadran 28 versos (vv. 6, 7, 8, 11, 12, 15, 17, 18, 24, 26, 28, 33, 35, 39, 43, 46, 48, 62, 65, 69, 74, 75, 79, 80, 87, 88, 91, 92) que representan un 30,10 % del total.

En la segunda 39 versos (vv. 1, 3, 5, 9, 13, 20, 21, 22, 23, 25, 27, 29, 30, 31, 32, 34, 36, 37, 38, 41, 42, 47, 49, 50, 51, 52, 55, 64, 71, 72, 76, 77, 78, 81, 82, 83, 84, 89, 93) que constituyen un 41,93 % del total.

En la tercera 26 versos (vv. 2, 4, 10, 14, 16, 19, 40, 44, 45, 53, 54, 56, 57, 58, 59, 60, 61, 63, 66, 67, 68, 70, 73, 85, 86, 90) que suponen un 27,95 % del conjunto.

La deducción más notable que puede realizarse de esta estadística es la alta frecuencia de versos íntegramente latinos, común también a las primeras fases de la producción macarrónica folenguiana.

1. 8. Función estilística de los macarronismos.

Bonora, Paoli y Parattore han señalado la habilidad de Folengo para adaptar su macarroneo al tono cambiante de sus poemas. Cuando tal tono se eleva, sobre todo en las aventuras caballerescas de la segunda parte del Baldus, el componente latino pasa a primer plano, apareciendo incluso tiradas enteras de latín perfectamente regular; e igualmente, cuando el tono se abaja en un contexto rústico predominante, como el de la primera parte del Baldus, el componente vulgar o francamente dialectal predomina con fines claramente expresionistas. Mediante un sabio juego de equilibrios Folengo consigue que su heterogéneo lenguaje exprese, a su conveniencia, la majestuosidad lapidaria del latín o la vulgaridad connotativa del dialecto.

Tal esfuerzo estilístico se detecta en Bald. Los versos íntegramente latinos aparecen unas veces como renvíos a la tradición clásica, en forma de referencia mitológica o histórica (vv. 2, 4, 14, 16), o como parte de una comparación (vv. 53, 85, 86); otras veces, cuando el discurso alcanza un tono elevado, por su contenido de denuncia moral (vv. 19, 40, 44, 45, 73, 90). Relacionados con este segundo empleo, aunque con un carácter marcadamente irónico, son los versos latinos insertados en las palabras de protesta del soldado ante el césar Carlos por no ver recompensados sus imaginarios méritos (vv. 54, 56, 57, 58, 59, 60, 61, 63, 66, 67, 68, 70).

La elegante dispositio de elementos heterogéneos destaca sobre todo en los versos macarrónicos donde convergen diversos estilemas. Nótese así las aliteraciones del v.1 (Altissimas dubdas dudum tua Musa tocauit), animadas por la paronomasia del v. 3 (Quo cedent uates, cedet Cocaius et ipse) y 4 (Et callet caecus, caeco qui stamine tramat), que es reforzada por quiasmo en el v. 12 (Atque barrizo grosso grossaque Minerua), figura que se une también a la aliteración en el v. 24 (Miraris contentum nullum nullumque pagatum). Si una crítico italiana define el macarroneo como figura, como oxímoron lingüístico4, de mano de Vergara podríamos hablar de quiasmo estilístico y cultural, como delata el v.12, donde, bajo el amparo de una reminiscencia folenguiana (cf. Baldus T II 310: “Parma facit grossas scocias grossosque melones”), se disponen en antítesis la poderosa expresividad del ʿάπαξ español barrizo, y la referencia clásica de la crassa Minerua horaciana. Un modelo de construcción resulta el v. 26 (Haec diuersa tuam disturbant ualde cabeçam), con el posesivo resaltado ante cesura y el macarronismo en frontera versal, a lo que se une el efecto de expectación conseguido con la disyunción del sintagma nominal y la aliteración. Es notable la ruptura violenta conseguida con el vocativo macarrónico del verso siguiente, feliz hallazgo construido por analogía fónica con un calco textual folenguiano. La anáfora con el latino uix anima la enumeración macarrónica de los vv. 29-31, en línea con la idea de Segre de considerar al latín como elemento directivo del discurso macarrónico.

Destaca la habilidad del autor para insertar los calcos textuales en el molde del poema, tanto los clásicos (v. 46: #alter in alterius iactantes# mille desonrras), como los folenguianos. En estos se alcanza las mayores cotas de expresividad del poema. Véase el v. 27 ya comentado, u otros versos en los que se da la combinación de dos calcos folenguianos como el 55 y 89. Es marcadamente expresionista el v. 55, que recoge una inesperada onomatopeya, figura muy apreciada por Folengo, y sustituye las balotta que disparan las escopetas del hexámetro merliniano por el contundente ʿάπαξ folenguiano busias, las mentiras que con tanta desvergüenza divulgan los falsos servidores del rey. Otros versos parecen elaborados mediante el cruce de calcos clásicos y folenguianos, como los vv. 12, 27, 53, 55, 80.







Ilustración: Grabado de la red. Toscolanense en la edición facsímil de Amici di Merlin Cocai



1 La localización de cada macarronismo, su escansión y un eventual comentario se sitúa siempre en la correspondiente entrada del glosario de cada capítulo de mi tesis doctoral aún inédita.
2 "Macarronismo irregular" es el término que emplea Paoli, que nosotros preferimos sustituir por el de "heteróclito", carente de las connotaciones de logicismo gramatical del paoliano.
3 Cf. E. PARATORE, "Il maccheroneo folenghiano", Atti Convegno 1977, pp. 56-57.
4 Cf. A. PISCINI, "Per allegri segni", Filologia e critica, IV, 1979, p. 381.