Juan de Vergara
(1492-1557) fue uno de los humanistas más destacados de la primera
mitad del siglo XVI y una de las cabezas descollantes del erasmismo
español1.
Nació
en Toledo el 4 de octubre de 1492. Pertenecía a una familia de
ascendencia judía2,
y desde niño estuvo enfrascado en el estudio del latín y del
griego. Permaneció en el Colegio Mayor de San Ildefonso de Alcalá
en dos periodos comprendidos entre el 12 de abril de 1509 y el 3 de
enero de 1512, en calidad de familiar o sirviente, y del 10 de marzo
de 1514 hasta los primeros meses de 1517, ingresando en concepto de
colegial por orden del cardenal Cisneros3.
En dicho Colegio se ocupó
primeramente de traducir parte de la Biblia, y, luego, varios libros
de Aristóteles. Fue seleccionado por Cisneros para el equipo de
colaboradores de la monumental Políglota de Alcalá. Parece que
Vergara, maestro en Artes (10 de enero de 1514), trabajó en la
corrección del texto de Nuevo Testamento. Como filólogo
veterotestamentario, realizó la traducción interlineal del texto
griego de los Proverbios, de la Sabiduría, del Eclesiástico, del
Eclesiastés, de Job y de otros Libros4.
Tradujo también por encargo de Cisneros la mayor parte de la
Filosofía de Aristóteles, concretamente la Física, el tratado De
anima y la Metafísica.
En
1516-1517 entra al servicio de Cisneros como secretario apenas
doctorado en teología. Éste le concede una canonjía en Alcalá, y
luego llega a ser canónigo de Toledo, arcipreste de Santa Olalla,
párroco de Torrelaguna, beneficiado de los lugares de Novés,
Tortuero y su anejo La Puebla, y cura de Camarma de Esteruelas y de
su anejo Villaviciosa, todos en la diócesis toledana5.
El 26 de junio de 1518 ocupa el
cargo de secretario del cardenal Guillermo de Croy, arzobispo de
Toledo y sucesor de Cisneros. Emprende el camino de Flandes en la
primavera de 1520 para poner al joven arzobispo al corriente de las
cosas de la diócesis6.
A su paso por Valladolid intenta apartar infructuosamente a su
hermano uterino Bernardino de Tovar de la influencia obsesiva de la
beata Francisca Hernández7.
A
fines de julio de 1520 desembarca en Brujas, donde conoce
personalmente a Erasmo, y actúa con desigual fortuna como
intermediario entre éste y sus contradictores españoles Diego López
de Zúñiga y Sancho Carranza de Miranda. Tras una inicial
reticencia, Erasmo estrecha lazos de amistad con Vergara en Brujas y
Lovaina8.
Asiste con su señor a la dieta de
Worms (1521) donde comprueba con disgusto la expectación que
levantaba Lutero. Desde la muerte del Cardenal de Croy (6 de enero de
1521) Vergara quedó adscrito como capellán a la corte de Carlos V,
con quien volverá a España en julio de 1522. Tras una breve
estancia en Alcalá, se restituye a la corte. Desarrolla una
fructífera relación epistolar con Erasmo. La influencia del bátavo
en España está en pleno auge entre 1522 y 1525, y en torno a su
nombre se agrupan todas las fuerzas locales de renovación
intelectual y religiosa. Vergara actúa como un vivo lazo de unión
entre los medios erasmistas de la corte y los de Alcalá9.
En
el otoño de 1523 Vergara se refugia en Alcalá en busca de reposo y
allí pasa tranquilamente el invierno. Ante las reiteradas
invitaciones del nuevo arzobispo de Toledo, Alonso de Fonseca, para
que acepte el puesto de secretario, parte para la Corte, en Burgos,
el 10 de marzo de 1524. Sus abrumadoras ocupaciones en este período
reducen su actividad literaria a una serie de cartas, fundamentales,
empero, para la historia del erasmismo español10.
Durante
la conferencia teológica celebrada en Valladolid en 1527 sobre la
ortodoxia de Erasmo, Vergara mantiene informado al bátavo y le
aconseja lo más conveniente para la defensa de su obra11.
Le asegura asimismo el apoyo del Arzobispo de Toledo, Fonseca,
entregado en cuerpo y alma a la causa del humanismo cristiano. En
1529 intervino fructuosamente ante la comisión de teólogos de
Alcalá que entendía del examen del Diálogo
de doctrina cristiana
de Juan de Valdés, denunciado a la Inquisición. A pesar de estos
éxitos, una serie de circunstancias contribuye a empeorar la
situación de los erasmistas españoles, que se defendían hasta
entonces sin esfuerzo aparente contra las acusaciones de luteranismo
e iluminismo, robustecidos por el apoyo de la Cancillería imperial,
del Inquisidor General y del Primado: la partida de la Corte para la
coronación de Bolonia en agosto de 1529, la dispersión del grupo
erasmista por España12,
y, sobre todo, el proceso iniciado contra los alumbrados de Castilla
la Nueva en 1524, que con el arresto de Francisca Hernández y de Fr.
Francisco Ortiz se vuelve extremadamente peligroso para los
erasmistas.
Francisca
Hernández, detenida por la Inquisición en marzo de 1529 inicia una
serie de denuncias en busca de clemencia ante sus jueces. Denuncia
como “luteranos” a Bernardino Tovar y a su hermano Juan de
Vergara el 27 de julio de 1530. La Inquisición acumula pruebas
secretamente contra él sobre su presuntos luteranismo e iluminismo,
y su bien declarado erasmismo sin decidirse a actuar con celeridad
contra él dada su influyente posición de secretario del Primado.
Tovar es detenido en septiembre de 1530. Su hermano interviene
activamente en su defensa, sobornando a un escribano del tribunal de
Toledo para que le transmitiera informes del proceso y manteniendo
durante dos años una correspondencia secreta con el prisionero. El
descubrimiento de estas misivas disimuladas precipita la detención
de Vergara el 23 de junio de 1533, acusado de sobornar al Santo
Oficio y de ser luterano, alumbrado y excesivamente aficionado a
Erasmo13.
En
su defensa, Vergara refuta hábilmente las acusaciones hechas contra
él de luterano y alumbrado, demostrando su insustancialidad y la
indignidad de sus denunciantes. En cuanto a la acusación de
erasmismo, Vergara se confiesa encarecido amigo de Erasmo, y decía
que si esto era un crimen, también comprometía al Papa y al
Emperador. Sus palabras y actitud durante su proceso revelan su
orgullo de hombre de estudio formado en el libre juicio14.
Un
dilatado proceso le condena finalmente como sospechoso de herejía,
perjuro, reo de soborno e impedidor del Santo Oficio. Vergara se ve
obligado a subir a un cadalso de Zocodover, Toledo, el 21 de
diciembre de 1535 con una vela en la mano, abjurar de
vehementi,
permanecer encerrado en un monasterio durante un año y pagar 1500
ducados de multa. Recobra finalmente la libertad el 27 de febrero de
1537, tras cerca de cuatro años de cautiverio.
Aún se encuentra a Vergara en 1547
arremetiendo enérgicamente contra el Estatuto de limpieza de sangre
que excluía a los cristianos nuevos de las dignidades eclesiásticas
del cabildo toledano. De ahí en adelante su vida se eclipsa en el
estudio y la erudición. Murió en Toledo el 20 de febrero de 1557.
Vergara
contó con la estimación de sus contemporáneos y de la posteridad.
El humanista Alonso García Matamoros en su De
asserenda Hispanorum eruditione
(Alcalá, 1553) lo coloca a la cabeza de los sabios hispanos. Álvar
Gómez lo denomina “vir omnibus modis maximus” y Luis Vives “vir
eruditione tam rara quam vulgo incognita et iudicio sanissimo, et
supra quam dici possit exacto”. El arzobispo Fonseca se gloriaba de
tener a su servicio al que consideraba un igual de Sadoleto y Bembo15.
Contó asimismo con la más alta estima intelectual de Erasmo, el
Maestro por el que arrostró tantas penalidades.
1
J. Goñi lo considera “jefe del erasmismo español” (cf.
QUINTÍN ALDEA VAQUERO-TOMÁS MARÍN MARTÍNEZ-JOSÉ VIVES GATTEL
(dirr.), Diccionario de Historia eclesiástica de España,
CSIC, Madrid 1975, t. IV s.v. ‘Vergara, Juan de’, p. 2737.) M.
Bataillon, por su parte, asigna a Alfonso de Valdés, secretario de
Carlos V, el papel de “campeón más ardiente” del erasmismo
(cf. M. BATAILLON, Erasmo y España. Estudios sobre la
historia espiritual del siglo XVI, F.C.E, México 1966, 2ª ed.,
p. 429). Bataillon sitúa a Vergara junto a Valdés, Virués y
algunos otros en “una especie de estado mayor del erasmismo
español”, constituido espontánemente, y que durante la
conferencia teológica celebrada en Valladolid en 1527 sobre la
ortodoxia de Erasmo, destaca porque sus miembros “manejan a los
poderosos españoles, que los escuchan siempre, y ellos aconsejan a
Erasmo, atentos a reparar sus equivocaciones” (Cf. M.
BATAILLON, o.c., p. 266). En cuanto al movimiento erasmista
en España dice Domínguez Ortiz: “El llamado erasmismo español
no fue la simple aceptación de las doctrinas de Erasmo de Rotterdam
(1469-1536), sino su asimilación por parte de una élite
intelectual que ya había llegado por su cuenta a conclusiones
parecidas. La crítica de las costumbres del clero y la convicción
de la necesidad de reformarlo ya se había preconizado y en parte
realizado en España. Erasmo recomendaba la vuelta a las fuentes del
cristianismo, a la Biblia, a los Santos Padres, y la sustitución
del Escolasticismo decadente por el Humanismo cristiano. Tampoco
esto era una novedad en Castilla, donde Cisneros planeaba ya una
universidad con enseñanzas de este tipo desde 1502, y donde la
crítica bíblica de Nebrija, uno de los colaboradores de la
complutense, fue tan temprana como la de Erasmo, y quizá anterior.
La exigencia de una religión más interior y menos formalista era
una aspiración generalizada entre nuestros medios más cultos”
(cf. A. DOMÍNGUEZ ORTIZ, “El Antiguo Régimen. Los Reyes
Católicos y los Austrias”, en M. ARTOLA (dir.), Historia de
España, Alfaguara, vol. III, p. 232, Madrid 1977).
2
Cf. M. BATAILLON, o.c., p. 180 n. 20.
3
Cf. Diccionario..., p. 2737
4
Así lo declaró el propio Vergara durante su proceso inquisitorial
(cf. M. BATAILLON, o.c., p. 39).
5
Cf. Diccionario, p. 2738
6
El Señor de Chièvres, favorito de Carlos V, dio el arzobispado de
Toledo a su sobrino Guillermo de Croy, cardenal de veinte años
apenas, que hace en Lovaina sus estudios, y que nunca llegará a
visitar España (cf. M. BATAILLON, o.c., p. 82).
7
Vergara lograría su propósito en 1522 a su vuelta de Flandes, lo
que le aseguró el rencor de la beata, que desempeñaría un papel
determinante en los procesos inquisitoriales de los hermanos
Vergara. M. Serrano y Sanz ofrece una semblanza de esta mujer y sus
actividades: “Ocultando su orgullo bajo capa de humildad, reunía
un séquito de clérigos fanáticos y de estudiantes, admiradores y
discípulos suyos, quienes creían firmemente en los éxtasis y
revelaciones con que Dios la favorecía. Su castidad no fue
indiscutible; por espacio de algunos años tuvo amores con
Bernardino de Tovar, hermano uterino de los Vergaras, y esto sucedía
cuando ya gozaba fama de santa. Después logró seducir á Fray
Francisco Ortiz, ascético notable, cuyas epístolas son dignas de
alabanza, y hombre de buen entendimiento, pero sencillo y crédulo
en demasía” (Cf. “Juan de Vergara y la Inquisición de
Toledo”, RABM, 5 (1901), p. 897).
8
Cf. Diccionario.., pp. 2738-2739.
9
Sobre los progresos del erasmismo en esta época cf. M. BATAILLON,
o.c., pp. 154-165. "Hay un período de varios años
durante los cuales el erasmismo, para la porción más escogida de
intelectuales de la Corte, es una atmósfera ideológica que permite
conciliar el celo antirromano con el afán de ortodoxia y el fervor
evangélico" (cf. ib. p. 232).
10
Cf. Diccionario..., p. 2739
11
La conferencia fue provocada por la agitación antierasmiana
promovida por las órdenes monásticas. El bando erasmista contaba
con el favor del Emperador, al que consideraba el necesario
instrumento para la reforma de la Iglesia dada la corrupción del
papado, y con el del propio Inquisidor General Manrique gracias a su
secretario, el erasmista Luis Coronel. La Conferencia fue suspendida
a consecuencia de una epidemia de peste, y una carta a Erasmo
escrita por Alfonso de Valdés, secretario de la correspondencia
latina del Emperador, y firmada por éste se convirtió en garante
de facto de la ortodoxia de Erasmo. (Cf. M. BATAILLON,
o.c., pp. 236-278).
12
Así lo refleja una carta de Alfonso de Valdés a Erasmo desde
Barcelona (cf. M. BATAILLON, o.c., p. 363).
13
El proceso de Vergara se conserva en el A.H.N. de Madrid, sign.
Inquisición de Toledo, leg. 223, núm. 42. Para todo lo
referente a él cf. M. SERRANO Y SANZ, “Juan de Vergara y la
Inquisición de Toledo”, RABM, 5 (1901) 896-912; 6 (1902)
29-42, 466-486; J.E. LONGHURST, “Alumbrados, erasmistas y
luteranos en el proceso de Juan de Vergara”, Cuadernos de
Historia de España, fasc. 27 (1958) 99-163; 28 (1958) 102-165;
29-30 (1959) 266-292; 31-32 (1960) 322-356; 35-36 (1962) 337-353;
37-38 (1963) 356-371; M. DE LA PINTA Y LLORENTE, La Inquisición
y los problemas de la cultura, Madrid 1953, pp. 64-90; M.
BATAILLON, o.c., pp. 438-470. Afirma Torres-Alcalá (o.c.
p. 92) que la condición de converso de Vergara salió a relucir
durante su juicio. Por el contrario, Bataillon dice que, en razón
de su posición, se le ahorró el interrogatorio de costumbre sobre
sus ascendientes, así como la tortura, remate de casi todos estos
procesos.
14
Cf. M. BATAILLON, o.c., p. 459. Es evidente que se ha
producido un cambio de atmósfera en España a partir de 1530: a
finales de 1533, Rodrigo Manrique, hijo del Inquisidor General, se
encuentra en París, y comunica a su maestro Luis Vives las tristes
reflexiones que le inspira la prisión de Vergara: “Cuando
considero la distinción de su espíritu, su erudición superior y
(lo que cuenta más) su conducta irreprochable, me cuesta mucho
trabajo creer que se pueda hacer algún mal a este hombre excelente.
Pero, reconociendo en esto la intervención de calumniadores
desvergonzadísimos, tiemblo, sobre todo si ha caído en manos de
individuos indignos e incultos que odian a los hombres de valor, que
creen llevar a cabo una buena obra, una obra piadosa, haciendo
desaparecer a los sabios por una simple palabra, o por un chiste.
Dices muy bien: nuestra patria es una tierra de envidia y soberbia;
y puedes agregar: de barbarie. En efecto, cada vez resulta más
evidente que ya nadie podrá cultivar medianamente las buenas letras
en España sin que al punto se descubra en él un cúmulo de
herejías, de errores, de taras judaicas. De tal manera es esto, que
se ha impuesto silencio a los doctos; y a aquellos que corrían al
llamado de la erudición, se les ha inspirado, como tú dices, un
terror enorme. Pero ¿para qué te hago toda esta relación? El
pariente de quien antes te hablaba me ha contado que en Alcalá
–donde él ha pasado varios años- se hacen esfuerzos por extirpar
completamente el estudio del griego, cosa que muchos, por otra
parte, se han propuesto hacer aquí en París. Quienes sean los que
emprenden esta tarea en España, tomando el partido de la
ignorancia, es cosa fácil de adivinar..." (carta reproducida
por M. BATAILLON, o.c., pp. 489-490).
15
Todos estos testimonios están recogidos por A. BONILLA Y SAN
MARTÍN, “Clarorum hispaniensium epistolae”, Revue
Hispanique, 8 (1901) pp. 187-188.
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