viernes, 5 de octubre de 2012

EL VULGAR TOSCANO EN EL MACARRONEO



Menos estudiado incluso que el elemento dialectal ha sido el vulgar toscano localizable en el macarroneo. Difícilmente calibrable para quienes reducen el híbrido macarrónico a un problema de oposición estilístico-ideológica entre latín y dialecto, es prácticamente dejado pasar in silentio, reducido a un elemento menor de contrapunto paródico.

Sabido es que Pietro Bembo propuso en sus Prose della volgar lingua de 1525 el toscano literario de Petrarca (para la poesía) y Boccaccio (para la prosa) como solución, vencedora a la postre, a la ‘cuestión de la lengua vulgar’. El hecho de que el veneciano Bembo fuera al mismo tiempo el campeón reconocido del humanismo ciceroniano no debe parecer contradictorio, dice Luca Curti, ya que estamos en ambos casos ante la defensa de lenguas ‘muertas’: Petrarca y Boccaccio constituían modelos lingüísticamente homogéneos (frente al plurilingüísmo de Dante, que queda excluído del canon bembesco), pero, sobre todo, “prescritos, acabados, inmodificables”1. Esta normalización lingüística realizada sobre textos escritos tenía graves e inmediatas consecuencias: la propia lengua florentina (la viva, presente y futura) volvía a ser un dialecto, al igual que, y con mayor razón, todas las demás hablas italianas, independientemente del peso que tuvieran o hubiesen tenido.

Aparentemente, pues, el macarroneo (un latinus grossus relleno de vulgarismos y dialectalismos) se colocaba en una perspectiva diametralmente opuesta a la de Bembo, tanto en cuanto latinista ‘ciceroniano’ como en cuanto normativista ‘vulgar’. Mario Pozzi ha expresado claramente la idea del macarroneo folenguiano como fenómeno de resistencia a la normalización toscana: Folengo, reivindicador de todos los lenguajes en la Apologetica de la red. Toscolanense, consigue, gracias a la extrema ductilidad de su instrumento lingüístico, crear una auténtica “literatura latina moderna”2. Pero estos planteamientos difícilmente pueden dar cuenta de la producción vulgar de Folengo, y de hechos como el afán del grassus poeta por ingresar en la Accademia degli Intronati de Siena, donde buscaba, como dice Gianfranco Folena3, reconocimiento a su experiencia literaria toscana. Observa Curti por otra parte que la suerte del macarróneo quedaba ligada al resultado de la pugna entre latín y vulgar por la primacía como lengua de uso culto. La victoria final del vulgar literario privó de vitalidad a la literatura macarrónica y aisló a Folengo en su propia grandeza. Y es esta elección por un vulgar ‘alto’, ‘muerto’ y normalizado un indicio bastante claro de que la operación macarrónica no se realizaba contra la línea representada por Bembo: “Indiferentes (al menos en cuanto macarrónicos) a la cuestión de la lengua vulgar, nuestros autores se encontraban, aunque en posición excéntrica, sobre la línea latina de Bembo: línea derrotada, pero coherente con la que impuso, a su vez, a todos, desde el s. XVI en adelante, la imitación de la lengua trecentista de Petrarca y Boccaccio”4.

Bruno Migliorini ha rastreado palabras del toscano literario en las macarróneas folenguianas, algunas de ellas delatadas por fenómenos fonéticos extraños a los dialectos septentrionales o por glosas explicativas5. Más recientemente, Silvia Isella Brusamolino ha insistido en la necesidad de prestar más atención al componente vulgar de impronta literaria toscana, y a su función en los niveles fonéticos y gráficos del macarróneo6. Massimo Zaggia ha llamado, asimismo, la atención sobre la importante presencia de un componente lingüístico toscano al menos al nivel de las redd. C y V. Las palabras de admiración que emplea Folengo hacia la lengua toscana y su literatura7 obligan, según Zaggia, a replantearse la posición de Folengo hacia la línea toscanizante propuesta por Bembo en 1525 y pronto vencedora: "una posición que no parece sin más ni más polémica o alternativa, sino simplemente autónoma, como la de quien se siente sustancialmente fuera de ese cauce lingüístico y literario (el vínculo, en todo caso, es mayor con la producción en latín). La posición de Folengo parece más bien la de un irreductible individualista que se arroga el derecho de representar en solitario una lengua autónoma, formada por una sabia mezcla de latín y vulgar, este último acogido en diferentes variedades, y principalmente en la más acreditada literariamente"8.







1 Cf. L. CURTI, o.c., p. 143
2 Cf. M. POZZI, o.c., p. 214
3 Cf. G. FOLENA, “Il linguaggio del ‘Caos’”, Atti Convegno 1977, p. 240
4 Cf. L. CURTI, o.c., p. 167
5 Cf. B. MIGLIORINI, o.c., pp. 93-94
6 Cf. S. ISELLA BRUSAMOLINO, “Superficie grafica e strati linguistici nel Baldus del Folengo: un esempio”, Atti Convegno 1991, pp. 195-203
7 Zaggia reproduce una carta de Folengo situada al final de la red. C firmada con el pseudónimo de Nicolò Costanti, llamado -con apodo típico de académico literario- 'el Avinagrado (lo Scorrucciato)', y que reaparece retocada en la red. V atribuida a "Vigaso Cocaio", donde se expresa en este sentido. Transcribimos el fragmento en cuestión: "Era pur cosa sconvenevole ch'una opera così bella, così vaga, così piacevole, come è questa, si perdesse, e forse era maggior danno che se anticamente si fusse perduto Vergilio, o ne' nostri tempi Dante e 'l Petrarca; perché non altro d'haver perduto Vergilio ne seguiva che la perdita d'un buon poeta in una lingua, la quale rimaneva in molti altri, che ben la parlavano, e meglio vi scrivevano; così dico di questi scrittori de la lingua thosca, la quale non è però altro ch'una lingua sola, e da altri belli ingegni, come ogni dì si vede, con loro scritture adornata. Ma perdersi questo (o Dio, che danno incredibile!), si perdeva un bellissimo e ingegnosissimo autore di molte lingue insieme, perché in questa è tessuta la latina, intarsiata la toscana, messa a fregi quella de'macharoni; e che più, che la francese, la spagnola, la todesca e infino a quella de' furfanti vi può fare un fioretto e havervi il loco suo" (cf. M. ZAGGIA, "Breve percorso attraverso le quattro redazioni delle macaronee folenghiane", Atti Convegno 1991, p. 98).
8 Cf. M. ZAGGIA, o.c., p. 99.


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